28 marzo 2009

Lehendakari López Álvarez

Santiago González

A comienzos de febrero de 1983, un concejal bilbaíno del partido-guía, llamado Uriarte arremetió contra su homólogo de Euskadiko Ezkerra, Jon Nikolas, al grito de “¡López, que eres un López!” Podía tratarse de un insulto genérico, aunque el objeto de su denuncia era el apellido materno de su adversario, cuestión ésta en absoluto baladí para los salientes. Recordará usted a Sabin Zubiri Sánchez, un nacionalista ejemplar, reputado empresario del ramo de la lencería, mano derecha de Ajuriaguerra en el antifranquismo y fundador de Eusko Alkartasuna. Los oficialistas de su pueblo, Otxandio, intentaron denigrarle con el mote de ‘Segundo Sánchez’.

El legitimismo vasco está viviendo el irresistible viaje de un López a Ajuria Enea como un viacrucis de pesadilla. Lehendakari López Álvarez, piensan y no les parece razonable, ni creíble, por mucho que fuese un López, Diego López de Haro, llamado ‘El Intruso’, el Señor de Vizcaya que fundó Bilbao el 15 de junio de 1.300. ¿Habrá alguien que pueda oponer a su memoria mayor legitimidad de origen? No parece, pero los nacionalistas tienen una prevención insuperable contra la ciudad; les tira más el pueblo. Lehendakari López Álvarez se me antoja una bellísima eufonía. Por otra parte, podríamos comparar los nombres de pila. Los ‘lehendas’ que hemos tenido hasta ahora se han llamado: José Antonio (dos de ellos), Carlos, Jesús María (que lo fue virtual, en el exilio) y Juan José, que es el saliente. Por primera vez vamos a tener un Patxi en Ajuria Enea, váyase lo uno por lo otro. Contra el pesimismo de los apellidos, el optimismo de la voluntad, que dijo aproximadamente Antonio Gramsci.
Si todo va como parece, podría investirse para el 1º de Mayo, que es fecha altamente simbólica. En todo caso, lo estará con toda seguridad el 13 de mayo, que es la fecha de la final de la Copa del Rey que enfrentará al Athletic con el Barça y sería una imagen muy potente la del lehendakari López junto al president Montilla en el palco de honor.

Ese día es también la festividad de la Virgen de Fátima, pero creo que el lehendakari entrante de un partido laico debería sustituir el juramento por la promesa, como hacen casi todos sus compañeros ministros en la toma de posesión. Por otra parte, el juramento tradicional, que fue el empleado por el primer lehendakari de los vascos en la Casa de Juntas de Guernica, la tarde del 7 de octubre de 1.936, y han mantenido los demás, no es de recibo: “Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, en recuerdo de los antepasados, bajo el árbol de Guernica, ante vosotros, representantes del pueblo, juro desempeñar fielmente mi cargo”. Los gobernantes democráticos juran (o prometen) cumplir y hacer cumplir la Ley, no se enredan en compromisos teocráticos.

Con todo, Aguirre juró dos veces aquel día. Por la mañana se fue a la basílica de Begoña con el EBB. Un fraile nacionalista, Pedro de Errasti, había traído un copón lleno de hostias consagradas de la iglesia madrileña de los trinitarios, para impedir que fueran profanadas por los milicianos. Y ante aquellas hostias de Madrid, dicho sea sin ánimo de señalar, José Antonio Aguirre Lecube profirió el siguiente juramento, cuya fórmula debo al historiador Manu Montero: “Juro ante la Hostia Santa fidelidad a la fe católica que profeso, siguiendo y cumpliendo la enseñanza de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana; juro fidelidad a mi patria Euzkadi y en su servicio queda ofrecida mi vida, de la que dispondrán en la medida, el momento o las circunstancias que señalen las únicas autoridades legítimas del PNV o Euzkadi Buru Batzar. Así lo juro desde el fondo de mi alma ante mi Dios en la Hostia Consagrada.” Como diría el maestro Umbral: o sea.

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