04 abril 2009

Cortesías parlamentarias

Santiago González

Ayer , a eso de las 11, quedó inaugurada la IX legislatura del Parlamento vasco. Podríamos decir quedó solemnemente inaugurada, pero habría un adverbio de más. O estaríamos ante una generalización excesiva. Sí lo fue para el PP cuya candidata Arantza Quiroga tomó posesión de la Presidencia con mucha propiedad. Manifestó su intención de ser la presidenta de todos e hizo un reconocimiento expreso a la tarea desarrollada por su predecesora durante la VIII legislatura. Aun si se tratara de mera cortesía parlamentaria, en ambas expresiones habría mantenido un nivel superior al estándar que marcan por estos pagos los usos sociales. El agradecimiento a Izaskun Bilbao era, además, un acto de justicia hacia quien ha sido una excelente presidenta que siempre hizo prevaler la equidad sobre sus lealtades partidistas. No había mucha costumbre de que el cargo fuera desempeñado con la solvencia demostrada por Bilbao y Quiroga hará muy bien en tenerla como referente.

Uno de los hechos diferenciales del Parlamento vasco con respecto a sus pares es que aquí los parlamentarios no juran ley alguna, hecho insólito en una cámara legislativa como las nuestras. El procedimiento fue el siguiente: con la Mesa de saliente en su lugar, los consejeros no parlamentarios en el banco del Gobierno y todos los electos en la antecámara, la presidenta Bilbao ha ido llamando a todos los por su nombre y apellidos. Los llamados (y en este caso elegidos) han entrado a medida que se les citaba y, sin más trámite, han ocupado sus escaños. En plan okupa, sin juramentos ni promesas, como digo.

En otras cámaras europeas tampoco se jura, pero seguramente la especificidad de la vasca se debe a la voluntad de soslayar el espinoso asunto de jurar la Constitución española para los parlamentarios nacionalistas. Aquí lo de jurar gusta mucho desde siempre: el juramento de Larrazabal se llama el discurso inaugural del nacionalismo vasco, pronunciado por Sabino en Begoña, el 3 de junio de 1893. Juraban solemnemente los miembros del Bizkai Buru Batzar, juraban los lehendakaris, hasta por duplicado, como expusimos aquí la semana pasada, aunque se hacía jurar más a los de fuera. Uno de los ritos esenciales del añorado régimen foral era el juramento de los Fueros por el Rey de Castilla, requisito para ser reconocido como Señor de Vizcaya. Y no una vez, sino por cuadruplicado, a lo largo de lo que se llamaba la ruta juradera: en Bilbao, Larrabezúa, Guernica y Bermeo.

Así pues ocuparon sus señorías los escaños y quedó inaugurado este pantano parlamentario, en el que no hubo el menor espacio para la cortesía: ni un solo burukide en las tribunas de invitados, ningún dirigente ajeno a los dos partidos que ayer votaron la presidencia de Quiroga. El popular Carlos Urquijo preguntaba al todavía lehendakari ma non troppo: “Y tú, ¿qué vas a hacer?” a lo que Ibarretxe se salía discretamente por la tangente. De momento ocupará su escaño, al menos hasta que aterrice sobre el silencio al que son condenados los lehendakaris salientes que no son elegidos portavoces o coordinadores de su grupo parlamentario, como parece que va a ser el caso.


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