Entre el clavel y la rosa
Santiago González
Los héroes están cansados y las heroínas también, si esta aseveración no choca con los postulados del Ministerio de Igualdad. Es de suponer que no, porque el cansancio está expuesto aquí como un concepto transversal, que afecta por igual a tirios y troyanas. Rosa Aguilar, eterna esperanza blanca del comunismo español en su último refugio municipal de Córdoba, ha aceptado la oferta del nuevo presidente andaluz, José Antonio Griñán, para ser consejera de Obras Públicas en su Gobierno.
Noventa años después del asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebcknecht por la socialdemocracia gobernante en Alemania, otra Rosa, Aguilar, propina este nuevo golpe a los espartaquistas españoles, al pasarse al enemigo socialdemócrata. Los comunistas han llevado fatal siempre estas cosas. Recuerden el disgusto que les dio la marcha de Tamames, eso que no se pasó al PSOE. No digamos los que sí se pasaron: Enrique Múgica, un prototraidor; Pilar Brabo, Solé Tura, López Garrido, espejo de tránsfugas; Alonso Zaldívar, José Mª Mohedano, el del Jaguar, Enrique Curiel, Cristina Almeida, Eugenio Triana y tantos otros.
Desde el asesinato de Rosa Luxemburgo, el movimiento comunista había venido tachando de socialfascistas y socialtraidores a los socialdemócratas. Los comunistas han tenido una memoria tan sólida de víctimas, como frágil para recordar crímenes propios. Es muy frecuente en los pueblos elegidos la tentación de estas asimetrías. No puede uno acordarse de todo; esa es la condición humana y la gran ventaja de la memoria colectiva.
Estas querellas históricas dejan una cicatriz indeleble en el recuerdo, también individual. Mikel Bilbao, comunista de la transición, le hacía la siguiente consideración a un camarada excamarada 30 años después: “¿Recuerdas los tiempos de la militancia en el PCE y aquellas cosas tan horribles que decíamos de los compañeros socialistas? Bueno, pues de todo, es lo único en lo que teníamos razón.”
Rosa ha sido sometida a una severa autocrítica, esa actividad reflexiva que los estalinistas han conjugado siempre de manera transitiva. El coordinador de IU en la Realidad Nacional andaluza, Diego Valderas, ha calificado a Rosa Aguilar de desleal, aunque contradictoriamente, ha opinado que comete un error carente de justificación. Idéntico parecer han expuesto los que fueron coordinadores generales, Gaspar Llamazares y Julio Aguita, que también fue antecesor de Rosa Aguilar en la alcaldía de Córdoba.
Mención especial merece la tristeza que el hecho ha producido a Cayo Lara, coordinador actual de la coalición, el hombre de la huelga general que quiere cambiar el color a los billetes de 500 euros y acabar así con el dinero negro. El optimismo de la voluntad que anida en este sobrio Espartaco castellano-manchego recuerda que el mismo año en que fue descabezada la Liga de los Espartaquistas alemanes se celebraba el congreso fundacional de la III Internacional, no hay mal que por bien no venga. Por eso ha dicho: “Si se va una rosa, vendrán mil rosas y mil claveles”. Dum, dum, ¿quién es?/ Una rosa y un clavel./ Abre la muralla. Da la impresión de que, en realidad, intramuros sólo se han quedado algunos capullos.
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