Doble obstáculo
Santiago González
En contra de lo anunciado por Patxi López, lo que se conoce del nuevo Gobierno vasco es un destilado de la Ejecutiva de su partido. Podría pensarse que se trata de un homenaje al estilo Zapatero ante las crisis, consistente en poner partido y Gobierno a macerar en la misma olla, en lo que los periodistas hemos dado en llamar, a petición de parte, un Gobierno con peso político, que en la práctica viene a ser un Gobierno con menos especialización profesional. No es el caso. López había anunciado que buscaba “gente sin carné del PSE y con sensibilidad nacionalista”. No parece la característica dominante entre los nombres de los futuros consejeros que ya se conocen, aunque probablemente no le haya quedado otro remedio.
El secretario general de los socialistas vascos tenía ya un problema con los numerosos criterios que se deben satisfacer para formar Gobiernos en los tiempos presentes: no se trata ya de elegir un equipo entre las personas más capaces profesionalmente de entre las que comulgan con el programa electoral. La meritocracia es hoy en día un concepto transversal y muy complejo, que debe satisfacer también el principio de la paridad y la representatividad territorial, amén de las distintas familias del partido.
Recuérdese, a título de ejemplo, la que se lió en la Comunidad de Madrid cuando Simancas quiso dar a Izquierda Unida lo que los Balbases consideraban que era su ‘cuota parte’ en el Gobierno de la Comunidad. Ahí se subió Esperanza Aguirre a una ola de la que todavía no ha descabalgado.
La cuestión aquí es distinta. Los intentos de López de formar un Gobierno con los criterios que había enunciado han fracasado principalmente por dos razones exógenas, que en realidad, son una: el miedo. Miedo al nacionalismo que se desaloja y miedo al nacionalismo de la banda terrorista. No era el caso de López Gandásegui, embarcado en un proyecto empresarial en el que tiene comprometidos alma, corazón y vida (y también fortuna), pero sí el de muchos que se han negado después. El temor reverencial al PNV supone una fundada creencia en que la colaboración en un Gobierno socialista equivaldría a tres cruces junto al propio nombre cuando pase la hora de los interinos y vuelva el partido titular.
Este temor se ha visto dramáticamente reforzado por la amenaza explícita hecha por los terroristas contra el nuevo Gobierno en el marco del Aberri Eguna. La coincidencia no puede ser considerada casual en modo alguno. El poder nacionalista ha tenido como una de sus patas la existencia de una organización que asesinaba a quienes se le oponían, que tenía amenazada a una parte relativamente pequeña de la sociedad vasca: la oposición activa al nacionalismo, un caso insólito de terrorismo insurreccional que obligaba a llevar escolta a los miembros de la oposición, no a los del Gobierno.
Este es el doble obstáculo que ha debido afrontar López en su camino hacia Ajuria Enea y esa es la causa de que, salvo imprevistos, la mayor parte de su equipo tenga que escogerlo entre personas que ya estaban escoltadas previamente.
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