El Día de la Patria
Santiago González
Tal día como ayer, Sabino tuvo una revelación. Era el domingo de Pascua de 1882 y, mientras paseaba con su hermano Luis por el jardincillo de su casa de Abando (donde hoy se levanta la sede principal del PNV en Bilbao) su hermano mayor le explicó la verdad. “Bendito el día en el que conocí a mi patria y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas”, escribió años después. Y añadió: “mi mente, comprendiendo que mi hermano conocía más que yo la historia y que no era capaz de engañarme, entró en la fase de la duda y concluí prometiéndole estudiar con ánimo sereno la historia de Bizkaya y adherirme firmemente a la verdad”.
La epistemología ha avanzado mucho desde entonces. La tradición, la revelación y la autoridad no gozan de mucho prestigio como fuente de conocimiento, pero el partido guía de los vascos construyó con estos mimbres el cesto de su ideario y todos los años desde 1932 celebra su Aberri Eguna en el domingo de Pascua.
Durante el franquismo se celebraba más en la intimidad, para qué vamos a decir una cosa por otra, pero en 1977 se celebró una gran manifestación unitaria en Bilbao. Una y no más. Aquel mismo año asaltó al PNV el horror al consenso y creó una fiesta para ellos solos. Así nació el ‘Alderdi Eguna’, que celebran en una campa el último domingo de septiembre. El Aberri nunca volvió a ser unitario. Ayer se celebraron cuatro.
Los discursos de este día siempre tienen un toque victimista y algo de frustración, cosa natural, si bien se mira: ¡queda tan cerca del viernes santo! Lástima que el agravio preventivo de Urkullu, “la bandera española pronto ondeará en Ajuria Enea”, no estuviera apoyado en la memoria. Eso ya lo habíamos visto antes. Fue a finales de enero de 1985, cuando José Antonio Ardanza sustituyó al recién defenestrado Garaikoetxea. Él puso una bandera española en el palacio presidencial y nada menos que Xabier Arzalluz aprobó la medida en un artículo, ‘Las verdades simples’:“Ahora se critica a Ardanza porque en su calidad de ‘representante ordinario del Estado’ (…) iza en su sede oficial la bandera de ese Estado al que representa. Y se ignora que Aguirre tenía izada la bandera española en el Carlton (hotel de Bilbao, sede del Gobierno vasco durante la guerra) y la llevaba en su coche junto a la ikurriña.”
Por otra parte a Ibarretxe le quedan aproximadamente veinte días de estar en el machito y estas cosas predisponen a la melancolía. Ibarretxe, un suponer, iniciará la cuenta atrás hacia el fin de su carrera política. Tal vez aún no se dé cuenta, pero la vida parlamentaria de un ex que no es portavoz ni coordinador de grupo tiene de todo menos glamour. Su función inexistente sería fuente de insatisfacción para él; si le diesen algún papel, aun pequeño, fuente de problemas para la tarea de oposición de su partido. Es él quien ha conseguido el acuerdo PSE-PP. Su afirmación de ayer de que su partido sacará a este país adelante “desde las diputaciones, ayuntamientos y desde el Parlamento vasco", aparte de negarse a aceptar la evidencia, es una franca invitación a que les planten la moción de censura en la Diputación de Alava. “Así es la vida, Amén, amor y purgaciones”, que decía un personaje de Marsé.
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