Política en la intimidad
Santiago González
La política hace extraños compañeros de cama, observó sabiamente Winston Churchill, en una expresión que fue matizada poco después por Groucho Marx: “pero no tanto como el matrimonio”. Si hubiera llegado a ver lo que puede dar de sí la política vasca, habría podido matizar un poco más, en busca del ajuste fino: “y, por supuesto, mucho menos que la mesa del Parlamento vasco”.
Es un hecho conocido que el pacto para la investidura de Patxi López ha tenido una primera consecuencia en el nombramiento de la popular Arantza Quiroga como presidenta del Parlamento vasco. Los detalles que más han trascendido de su persona son los más obvios: que es mujer, joven, licenciada en Derecho y, al decir de los suyos, persona intelectualmente competente y con una contrastada capacidad de trabajo. Sin embargo, los detalles que han alcanzado más difusión son: que pertenece al ala más conservadora del PP, que simpatiza con el Opus Dei, que tiene cuatro hijos y un entrecomillado en diario de la competencia que equivalía a una declaración de principios: “yo nunca utilizaría el preservativo”.
Es una salida del armario, expresión que hoy en día suele tener un significado antónimo al de salida de tono, aunque en otros casos. Así, por ejemplo, fue muy bien acogida la proclamación de su condición sexual por parte del parlamentario Iturrate, que va a ser compañero de mesa de Quiroga en representación del PNV durante la legislatura que va a inaugurarse hoy en el Parlamento. Íñigo Iturrate se declaró homosexual en una entrevista que le hizo Roberto L. de Calle en EL MUNDO hace trece meses.
Es un avance que nadie se vea obligado a esconder una sexualidad alternativa y que ésta no sea un obstáculo en la vida pública de las personas. En rigor, tampoco debería computarse como un mérito, de análoga manera a que la legitimidad de la salida del armario no debería comportar la obligatoriedad del ‘outing’, esa coacción que algunos colectivos militantes ejercen sobre gays y lesbianas que prefieren mantener sus preferencias sexuales en el ámbito de su intimidad.
Seguramente Arantza Quiroga va a tener que oír muchas veces su frase sobre el condón: no estuvo obligada a pronunciarla e incurrió en un riesgo al hacerlo, pero a nadie debería importarle. Es algo que concierne estrictamente a su intimidad y a la de quién la comparte, al igual que sus afinidades religiosas. Una ventaja de las sociedades laicas es precisamente la separación de lo público y lo privado, que permite mantener la religión, las creencias o la sexualidad en el ámbito de lo discreto. En el caso de las creencias de la nueva presidenta del Parlamento, llama la atención el contraste de la atención que merece su caso con otros análogos. Nadie recuerda un solo comentario sobre la condición de miembro del Opus Dei del dirigente alkartasuno Rafa Larreina.
La presidenta que hoy inaugura la legislatura no habla euskera, lo que ya le ha valido una injusta regañina de la portavoz Azkarate. El presidente del PNV en Vizcaya, Andoni Ortuzar, no lo hablaba cuando fue nombrado director general de EiTB. Tampoco Ibarretxe al ser investido lehendakari por primera vez, en 1.999.
Es un hecho conocido que el pacto para la investidura de Patxi López ha tenido una primera consecuencia en el nombramiento de la popular Arantza Quiroga como presidenta del Parlamento vasco. Los detalles que más han trascendido de su persona son los más obvios: que es mujer, joven, licenciada en Derecho y, al decir de los suyos, persona intelectualmente competente y con una contrastada capacidad de trabajo. Sin embargo, los detalles que han alcanzado más difusión son: que pertenece al ala más conservadora del PP, que simpatiza con el Opus Dei, que tiene cuatro hijos y un entrecomillado en diario de la competencia que equivalía a una declaración de principios: “yo nunca utilizaría el preservativo”.
Es una salida del armario, expresión que hoy en día suele tener un significado antónimo al de salida de tono, aunque en otros casos. Así, por ejemplo, fue muy bien acogida la proclamación de su condición sexual por parte del parlamentario Iturrate, que va a ser compañero de mesa de Quiroga en representación del PNV durante la legislatura que va a inaugurarse hoy en el Parlamento. Íñigo Iturrate se declaró homosexual en una entrevista que le hizo Roberto L. de Calle en EL MUNDO hace trece meses.
Es un avance que nadie se vea obligado a esconder una sexualidad alternativa y que ésta no sea un obstáculo en la vida pública de las personas. En rigor, tampoco debería computarse como un mérito, de análoga manera a que la legitimidad de la salida del armario no debería comportar la obligatoriedad del ‘outing’, esa coacción que algunos colectivos militantes ejercen sobre gays y lesbianas que prefieren mantener sus preferencias sexuales en el ámbito de su intimidad.
Seguramente Arantza Quiroga va a tener que oír muchas veces su frase sobre el condón: no estuvo obligada a pronunciarla e incurrió en un riesgo al hacerlo, pero a nadie debería importarle. Es algo que concierne estrictamente a su intimidad y a la de quién la comparte, al igual que sus afinidades religiosas. Una ventaja de las sociedades laicas es precisamente la separación de lo público y lo privado, que permite mantener la religión, las creencias o la sexualidad en el ámbito de lo discreto. En el caso de las creencias de la nueva presidenta del Parlamento, llama la atención el contraste de la atención que merece su caso con otros análogos. Nadie recuerda un solo comentario sobre la condición de miembro del Opus Dei del dirigente alkartasuno Rafa Larreina.
La presidenta que hoy inaugura la legislatura no habla euskera, lo que ya le ha valido una injusta regañina de la portavoz Azkarate. El presidente del PNV en Vizcaya, Andoni Ortuzar, no lo hablaba cuando fue nombrado director general de EiTB. Tampoco Ibarretxe al ser investido lehendakari por primera vez, en 1.999.
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