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15 mayo 2009
Santiago González
Para los espectadores vascos de la final de Copa no hubo nada raro en el hecho de que las cámaras de TVE conectaran con San Mamés cuando los Reyes acababan de entrar en el palco del Mestalla y comenzaba a sonar el himno nacional. Pasa todas las Nochebuenas en su televisión autonómica: mientras el resto de las cadenas conectan con el Palacio de la Zarzuela a las nueve de la noche para retransmitir el mensaje real, ETB inicia un ‘teleberri’ con asuntos propios. Eso no quita para que al día siguiente, su primer bloque informativo se dedique a las reacciones de los partidos vascos al discurso que no se emitió la víspera.
La mayoría, pues, no lo echó de menos hasta el final del descanso, cuando nos pidieron excusas por un “error humano” y, para reparar la pifia, emitieron el himno al comienzo del segundo tiempo, en diferido, aunque bajaron el sonido ambiente y subieron el volumen de la música para disimular la cencerrada.
“Errare humanum est” escribió Séneca en sus Controversias, aunque él no llegó a conocer nuestras televisiones públicas en general y TVE en particular. Errores humanos ha habido siempre en Televisión. Algunos graves, como aquel inmortal Ce-Ce-O-O de Urdazi, otros veniales y redimidos por el sentido del humor, como el inserto de sendas fotos de Rajoy entre dos planos de torturas en Abu Grahib y para ilustrar el suicidio de un etarra, o aquella de Acebes en medio de una información sobre los vuelos clandestinos de La CIA.
Fernández de la Vega le explicó la cuestión al portavoz de la oposición en el Senado, el 23 de noviembre de 2006: "Le voy a decir por qué la política de comunicación ha cambiado: ha cambiado porque no mentimos; las huelgas son huelgas. No ocultamos; las manifestaciones son manifestaciones. No manipulamos; Comisiones Obreras es Comisiones Obreras, no CCOO. No excluímos a nadie, porque el líder de la oposición está en todas las radios y en todas las televisiones... Los ciudadanos quieren que se les hable, como mínimo, con respeto a su inteligencia". Así lo dijo, en primera persona del plural, como si fuese la directora de los Servicios Informativos del Ente.
La pitada masiva al Rey y al himno son, al parecer, “hechos aislados” y no es función de Televisión Española difundir una imagen distinta a la España plural, diversa y unida, que con tanto empeño dibuja en el aire el presidente Zapatero. "Voy a hacer una España tan federal que nos os váis a querer ir", dijo a la tropa de ERC la legislatura pasada, no vayan a creer que su portentosa capacidad de predicción se limita al terrorismo y a las cuestiones económicas. Él y su portavoz, la vicepresidenta De la Vega, han dicho en innumerables ocasiones que gracias a ellos “España está más cohesionada que nunca” y los hechos no les quitan la razón del todo. La mayor parte de las hinchadas de ambos clubes se unieron en la gran y fraternal pitada que dedicaron al unísono al jefe del Estado y al himno nacional. ¿Hay alguna expresión más acabada de la unidad de España que ese rechazo común y compartido al Rey, antes de partirse el alma por ganar una copa que lleva su nombre?
13 mayo 2009
Zapatero propuso medidas que él mismo había votado en contra cuando las proponían partidos de la oposición. La ventaja del orador es que no distingue las palabras y eso le lleva a acertar incluso cuando se equivoca. Reconoció haber errado en las previsiones, pero se trata de un hecho irrelevante: todos se equivocaron y, lo más importante, no ha tenido consecuencias negativas: “porque ese error no le ha impedido (a mi Gobierno) reaccionar dentro de sus posibilidades”.
Esta razón le eximía de escudarse en cualquier otra. Haber previsto en los presupuestos para 2009 un crecimiento del PIB del 1,1% y perder seis meses después el 2,9% es un error de previsiones que no tiene consecuencias prácticas. La política económica para el ciclo de las vacas gordas, vale igual para tratar con las escuálidas. La política económica como el bálsamo de Fierabrás. Asombroso.
Por eso llama ‘Plan E’ al encuadernado de medidas sueltas y contradictorias en las que ve un cambio de modelo productivo, confunde la enseñanza con la compra de cachivaches y las medidas sociales con el reparto de cheques lineales, en una idea extravagante de la redistribución. “Los cheques portátiles”, se quejó el diputado Joan Herrera con magnífico pleonasmo; no se conoce el caso de cheques raíces o cheques mostrencos.
Nadie, salvo Zapatero, mantiene hoy que la devolución de 400 euros del IRPF o el regalo de 2.500 a toda parturienta, desde la altiva princesa a la que pesca en ruin barca, sean medidas de política económica, esto es, sirvan para inducir cambios en el comportamiento de los agentes. Los 400 euros son calderilla para un directivo empresarial y por ello, inanes, aunque sí servirán para expandir la demanda en manos de un mileurista con mujer y dos hijos. La princesa se empreñará o no por otras razones, pero ese cheque no va a contribuir al aumento de la natalidad en las familias con posibles. ¿Qué decir de la renta de emancipación? El efecto más notorio de esas medidas ha sido el aumento del déficit, (y del alquiler) sin afectar las variables económicas, micro, ni macro.
“Menos ladrillos, más ordenadores”, había dicho en Vistalegre, y ayer lo puso a limpio: el curso próximo, los niños de 5º de Primaria tendrán ordenador portátil. La causa de nuestras plusmarcas en fracaso escolar no se debe a falta de gadgets, el problema está en el sistema y en los planes educativos. Por otra parte, un porcentaje alto de escolares tienen ya portátil en casa. ¿Por qué gastar dinero público en regalarles uno? Ciertamente es mejor un ordenador que un ladrillo: tiene más posibilidades y abulta menos en la mochila, aunque el ladrillo salga más barato, váyase lo uno por lo otro.
11 mayo 2009
09 mayo 2009

¿Cómo no iba a sentir asco un hombre de bien? Lean esta anotación de ayer mismo en su blog:
Esa ‘primera dama’ entrecomillada era ya una declaración de principios, pero lo de ‘los morreos’ supone una vuelta irremediable a los orígenes, al antimaketismo sabiniano y su extravagante fobia al baile ‘a lo agarrao’:
El presidente del EBB, que faltó a la ceremonia, manifestó a Radio Euskadi: “no es de recibo que nos hablen ahora de mano tendida, cuando después del 1 de marzo tendimos la mano al PSE y nos la rechazó. La mano tendida de ayer es una mano sudada porque ya la ha utilizado con el PP”.
También el maestro lo había previsto: “El aseo del bizkaino es proverbial. (Recordad que, cuando en la última guerra andaban hasta por Nabarra, ninguna semana les faltaba la muda interior completa que sus madres o hermanas les llevaban recorriendo a pie las distancias)”, escribió Sabino Arana en 'Bizkaitarra' en 1895, mientras “el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año.” Además, ahora sudan. ¿Cómo extrañarse de que 114 años después los verdaderos bizkainos sigan siendo tan mirados para el roce con el español?
Hay algo que no cuadra con tanto tiquismiquis. En estos días los tres diputados forales de Hacienda, jeltzales ejemplares los tres, empiezan a recibir las declaraciones del IRPF. No se tiene noticia de que le hagan ascos, no ya a las liquidaciones socialistas, sino a la de “aquellos trece” del PP, a los que Egibar condenaba al Reino de los Réprobos. Debe de ser que la Hacienda es incompatible con el sabinianismo estricto. O que los tres diputados forales son más del estilo Vespasiano, aquel emperador a quien afearon haber gravado con impuesto los mingitorios. Se llevó un puñado de sestercios a las fauces y dijo concluyente: “non olet”. Anasagasti, bienvenido al siglo XXI.
08 mayo 2009
Santiago González
La tradición, en contra de lo que cree el pueblo llano, ya no es cosa que requiera el paso y el poso de los siglos sobre la costumbre. El efecto paso del tiempo se consigue desde hace mucho con técnicas artesanales. Esto ya lo sabía el nacionalista Juan de Ajuriaguerra en 1936, cuando escribió la fórmula de juramento que dio en llamarse tradicional. El burukide de Otxandio escribió un texto que ya era antiguo cuando lo leyó por vez primera el primer lehendakari del Gobierno Vasco, el 7 de octubre de 1936. La sintaxis y el lenguaje produjeron en la fórmula el mismo efecto que el betún de Judea para dar aspecto de arcón centenario al mueble que nos hizo el carpintero del barrio.
“Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, bajo el árbol de Guernica, con el recuerdo de los antepasados, juro desempeñar fielmente mi mandato”. Cualquiera que lo lea creerá que es una transcripción del fuero viejo de Vizcaya y que así juraban los lehendakaris en la Edad Media.
El segundo lehendakari de nuestra historia, Carlos Garaikoetxea, recuperó la tradición en 1980, aunque debió de darle apuro un texto comprometido con Dios, la tierra, un árbol y los muertos, y lo matizó en 1984 con una invocación postiza que escribió Gorka Knörr: “ante vosotros, representantes del pueblo”. La fórmula usada ayer por Patxi López procede del ajuriaguerrismo, enriquecida por el gorkaknörismo y otras aportaciones posteriores, que, con buen criterio, suprimieron la humillación ante Dios, introdujeron una referencia a la Ley, y cambiaron “representantes del pueblo” por “representantes de la ciudadanía vasca”.
El acto contó con la dirección artística de José Ibarrola, o sea que estuvo bien. Cambió el txistu por el oboe, y el crucifijo y la biblia por un Estatuto encuadernado para la ocasión, pero no se rompió nada más. Se mantuvo la curiosa costumbre de jurar (o prometer) por duplicado, aunque se cambió el orden: la primera vez en el interior de la Casa de Juntas, ante los parlamentarios. La segunda, bajo el roble, en la calle.
Éste es un pueblo de tradición muy juradera: aquí se hacía jurar a los Fueros los Reyes de Castilla y los aborígenes no paraban de jurar. El primer documento del nacionalismo, un discurso de Arana tras una cena en Begoña en 1893, se llama ‘el juramento de Larrazábal’. Las encendidas invocaciones a Dios del texto de Sabino no fueron del agrado de todos los comensales. Uno de ellos, Ramón de la Sota, dijo: “Dejémosle a Dios, que está muy alto para que se ocupe de nosotros”. Dos veces juró nuestro primer lehendakari, Aguirre, como se ha contado ya, dos veces juraron los demás y dos ha prometido Patxi López.
No hubo aplausos nacionalistas para el nuevo lehenkari, ni la mínima cortesía parlamentaria. Tampoco los tuvo Ibarretxe en su día. Ni siquiera Basagoiti recibió el martes el aplauso agradecido de los socialistas a los que entregaba su voto para que formaran Gobierno. Hubo una diferencia entre las juras ‘old fashion’ y la promesa de ayer. El público era distinto ahora: aplaudieron a su lehendakari, pero no insultaron a la oposición, como la claque de 2001 y 2005. Menos da una piedra.
06 mayo 2009
Santiago González
Se anunciaba una sesión de investidura con dos candidatos a lehendakari. En realidad sólo hubo uno, que hizo un discurso apropiado para la ocasión, a saber: una exposición del programa que piensa desarrollar durante los cuatro próximos años. Fue el candidato socialista, el ya lehendakari López.
Había expectación por conocer cuánto esfuerzo había invertido Ibarretxe en un programa que sabía derrotado de antemano. Ha de tenerse en cuenta que este hombre confesó haber elaborado el famoso Plan que llevó su nombre escribiendo ocho borradores y trabajando en todos ellos al mismo tiempo.
No hubo tal. Era un discurso de candidato a líder de la oposición, si no fuera porque jamás se había visto a ningún dirigente opositor tan encorajinado, con tanto rencor en la memoria. Situó los orígenes del acuerdo que va a permitir gobernar a López en 2001, cuando Mayor Oreja y Nicolás Redondo acordaron “desalojar al nacionalismo de la Lehendakaritza”, habráse visto, qué descaro. Es un “quítate tú para ponerme yo”
dijo en su día.
El pacto PSE-PP no es, en su opinión, “un acuerdo para construir sino una cruzada para destruir”. El concepto había sido utilizado hace tiempo, aunque en formulación menos maniquea: fue en el pacto que firmaron en el verano de 1998 ETA, PNV y EA, autodenominados como “fuerzas favorables a la construcción de Euskal Herria”, frente a los “partidos que tienen como objetivo la destrucción de Euskal Herria y la construcción de España (PP y PSOE).” Es evidente que en el texto antiguo se atribuía a socialistas y populares capacidad de destruir, sí, pero también alguna habilidad para construir, aunque fuera España. Tampoco entonces se les llamó “cruzados”. Puede que el lenguaje no fuera tan duro, bien porque en su redacción no participó Ibarretxe, bien porque ETA no tenía necesidad de agredir con calificativos, pudiendo hacerlo a tiros o con una bomba-lapa.
Fue un candidato a dirigente de la oposición, ya digo, aunque de una oposición extraparlamentaria. Estuvo sectario, maniqueo y excluyente. Ibarretxe fue ayer una figura patética, un personaje de ese subgénero de la comedia cinematográfica que antes llamábamos “españolada”. Su obstinación, su pertinacia en el error de los diez últimos años recuerda al personaje de Paco Martínez Soria en la película que da título a esta columna y que Televisión española programa casi todos los sábados. Fiel a sí mismo hasta el final, que desveló en su última intervención, abandona la política.
No había otra salida. Su partido no le había confiado la tarea de dirigirle en el tiempo nuevo. Es lo que pasa con los pueblos elegidos: Juan Josué vale para entrar en la tierra prometida, pero para vagar por el desierto, que es lo que ahora toca, les hace falta un Moisés.
Su obstinación le impidió lo razonable, decir adiós con buenas maneras y llevarse un aplauso unánime del Parlamento. No fue posible. Fiel a sí mismo hasta el final, parece haber inspirado su despedida en una astracanada, también española, dicho sea sin afán de molestar, “La venganza de don Mendo”: “Fuera ocioso./ Ved cómo muere un león/ cansado de hacer el oso”.
04 mayo 2009
