17 octubre 2009

Diez años no es nada (Tango)

Santiago González

El PNV irá a la manifestación que recorrerá esta tarde San Sebastián para protestar por la detención de Arnaldo Otegi, Rafa Díez Usabiaga, Rufi Etxebarria y el resto de los dirigentes abertzales. Parece que fue ayer cuando Zapatero decía que Otegi “ha hecho un discurso por la paz y abre una etapa distinta en Euskadi” y cuando el lehendakari López definía a Usabiaga como “el que corta el bacalao en la izquierda abertzale”.

Se han cumplido diez años y diez meses desde aquel 9 de enero en que Arzalluz, Garaikoetxea y Otegi posaban mano sobre mano bajo un paraguas, al arrancar la manifestación unitaria para exigir al Gobierno de Aznar el acercamiento de los presos etarras a cárceles del País Vasco.

Diez años y diez meses después, el PNV vuelve por donde solía, a hacer piña con los suyos, incluidos unos batasunos, que según Garzón vuelven a ser ‘entorno etarra’ y no ‘izquierda abertzale’ como los había considerado en el auto del 26 de enero de 2007, en el que se negó a imputar a Otegi durante el llamado ‘proceso de paz’.

Naturalmente es el suyo un nacionalismo reivindicativo insobornable, aunque perfectamente compatible con los intereses de Euskadi. Mientras sus dirigentes se manifiestan contra la política antiterrorista de Zapatero en Donostia, el inteligente Erkoreka ha concluido en Madrid la negociación para apoyarle los presupuestos 2010, no porque le parezcan una herramienta útil para hacer frente a la recesión. Será a cambio de que las normas forales sobre la fiscalidad adquieran rango de leyes, como si las Diputaciones fuesen Parlamentos, 456 millones y las políticas activas de empleo para empezar a hablar, alguna rebajilla y ¿no me va a dar usted un pañuelo para el niño?

Es verdad que la historia no se repite nunca exactamente, ya lo dijo Heráclito, y la manifestación de esta tarde podría corear un lema alusivo a la foto del 99. “No estamos todos; faltan los presos”, podría ser un grito unitario y razonablemente exacto. La foto de Arzalluz entonces, con Garaikoetxea y Otegi, y la requisitoria que aquella manifestación de Bilbao suponía para Aznar no eran incompatibles con que los cinco diputados del PNV en el Congreso hubieran votado a favor de los presupuestos del PP para 1.999 y que, diez meses después, volvieran a votar afirmativamente los de 2.000, mientras fabricaban la coartada retrospectiva de que el PNV se echó a Lizarra por culpa de la intransigencia del PP.

La presencia de los cinco burukides territoriales en la pancarta puede proporcionar una impresión engañosa, por parcial, aunque tal vez debería suscitar una reflexión al ministro del Interior y a su jefe directo: ¿Por qué hacemos pactos con estos, en vez de buscar un acuerdo nacional con el partido de la oposición? (Ver Pactos de La Moncloa).

La verdadera actitud del PNV estaba magistralmente descrita por José Hernández en los versos de ‘Martín Fierro’: “de los males que sufrimos/ hablan mucho los puebleros,/ pero hacen como los teros/ para esconder sus niditos:/ en un ‘lao’ pegan los gritos/ y en otro tienen los ‘güevos’.”

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