19 octubre 2009

La roja insignia del valor

Santiago González

Hace ya bastantes años, cuando las opciones sexuales alternativas no gozaban de tanto prestigio como el que disfrutan hoy en día, me llamó la atención un excelente artículo de Juan Goytisolo en la difunta revista ‘Triunfo’. “Demos la vuelta de una vez a su miserable discurso”, era su título y mantenía en todo su desarrollo un tono conmiserativo y buenista hacia las personas que tienen otros gustos en materia sexual. Bastante tenían con lo suyo, no era propio de gente cabal condenarlos al ostracismo. Sólo en el último párrafo advertía el desprevenido lector que el artículos se estaba refiriendo a una minoría heterosexual en un mundo gay.



Creíamos que nuestro juez hiperactivo había enterrado el sumario del Faisán en el cajón de los sumarios perdidos, donde el sol no brilla nunca. La discreción no es la compañía más habitual del juez, azote de los dictadores vivos y aun de los difuntos, de corruptos dirigentes del PP y de capitalistas rusos. De todas estas actividades tuvimos noticia puntual por medio de los medios. Él tomaba las adecuadas para preservar el secreto de los sumarios que instruía, pero tarde o temprano el genio tiende a escaparse de la lámpara. Ya lo dejó escrito Miguel Hernández en ‘Vientos del pueblo’, aun sin conocer a nuestro héroe: “¿Quién al huracán le puso/ jamás ni yugos ni trabas/ ni quién al rayo detuvo/ prisionero en una jaula?”



Justo en el sumario de chivatazo no hubo fugas y esto alimentó la creencia de que era un sumario vacío, sin imputados o imputeados. Hagan el favor de mirar esto a la luz del candil que nos ha revelado día tras día las miserias del caso Gürtel. El Ministerio del Interior pone a investigar el chivatazo a un inspector jefe sobre el que se ciernen las sospechas del cante en sustitución del comisario que había dirigido la pesquisa con el juez Grande-Marlaska. Se puede deducir que cuando se sustituye a un policía por otro de rango inferior se muestra desdén por la investigación. Nada más incierto. Si el ministro puso en la tarea al ya famoso inspector Carlos G Punto (o viceversa) fue seguramente con la esperanza de que se derrotara al ver en el espejo la evidencia de su culpa.



Supongamos ahora que un diario nacional abriera cada día con un titular como los que siguen: “Imputado el director general de la Policía en el chivatazo a la trama financiera de ETA”, “Imputado el jefe superior de Policía del país Vasco en etc.” “Imputado un inspector de Vitoria en la trama etc.”. Ayer mismo podría haberse publicado este otro: “Imputado en el chivatazo del Bar Faisán elegido vocal de la Ejecutiva alavesa del PSE”, y lo que les rondaré.



Carlos G. fue condecorado por el Gobierno. ¿Con carácter preventivo? Así se autocondecoró Bono. Así han premiado a Obama. Recibió la distinción porque iba a detener a quienes robaron la coca en la Comisaría de Sevilla. Es mucho mejor que lo premiaran por eso que por el informe del Caso Faisán que debía de estar escribiendo aquellos días. No sería lógico que un ministro condecorase a un policía por acusar de complicidad con terroristas a un jefe superior y al director general de la Policía. Sin ningún fundamento, según el fiscal. Mucho tendría que gustarle a Rubalcaba la aporía.

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