Las fiestas y los medios
Santiago González
El Ayuntamiento de Bilbao ha abierto un expediente para la inhabilitación de dos comparsas, con el fin de impedir que vuelvan a participar en próximas ediciones de la Aste Nagusia, la Semana Grande bilbaína. La exhibición de fotografías de terroristas condenados por asesinatos y otros delitos graves incumple la Ordenanza de Fiestas, según el informe elaborado por la Ertzaintza a propósito de los hechos. Dos de las cinco txoznas investigadas, Txori Barrote y Kaskagorri, transgredían clamorosamente, no ya la ordenanza, sino el más elemental principio de convivencia. Además de las fotos de etarras, el informe policial daba cuenta de que en Kaskagorri se mostraba símbolos de la banda terrorista, como su anagrama y el eslogan ‘Bietan Jarrai”.
Secretos a voces. Hace unos años, el historiador Manu Montero acuñó una genial paráfrasis de una de las frases más conocidas de Carl von Clausewitz: “En Euskadi, las fiestas son la continuación de la guerra por otros medios.” Y con otros medios, habría que decir. Las Euskal jaiak son unas fiestas con singularidades extraordinarias. No es la menor de todas ellas, que la Coordinadora de comparsas forma parte relevante de la Comisión municipal de Fiestas, en pie de igualdad con los representantes del Consistorio (cuatro y cuatro) aunque el presidente de la comisión, (en este caso presidenta) tiene voto de calidad.
Recuerdo haber visto hacer turno de barra en Kaskagorri a un mocetón llamado Juan Luis Camarero López. El 20 de agosto de 1993, este individuo reconoció en el interior del espacio festivo a un ertzaina de libranza, Ander Susaeta, que, vestido de particular y sin armas paseaba entre las txosnas mientras se celebraba un concurso gastronómico. Hay momentos, como dejó escrito Pavel Kohout en ‘La hora estelar de los asesinos’ en que todos los gatos son pardos y un psicópata agarrado a una bandera se transforma en un líder patriótico. A Camarero lo secundaron veinte individuos de su pelaje y entre todos propinaron al agente una paliza salvaje, que todo el mundo pudo ver en los telediarios gracias a las cámaras de seguridad.
Después de permanecer huido durante un tiempo, camarero fue detenido y condenado a seis años de prisión. Kaskagorri ya mostraba por aquel entonces fotos de terroristas presos y Camarero fue noticia por una sorprendente grabación en la que daba cuenta de su admiración por un terrorista islamista que se había echado de amigo en la cárcel: “Tiene unas ganas de matar yanquis que mecagüen la leche. ¡Increíble! Es un tío superserio. Este es de los que, en cuanto salga, va con una bomba encima. Yo me llevo superbien con él. (…) Todo lo que sea guerra, de puta madre. Para él, hay cosas que nosotros hacemos muy mal. Según él, tú pones la bomba y no tienes que avisar. Tiene que haber muchos muertos. Y ésa es la historia, otro concepto».
Ayer, en la televisión pública vasca, una autodeclarada jurista se mostraba en contra de la decisión municipal, porque eso suponía negar la libertad de expresión a quien quiera criticar la dispersión de los presos. No sabía que no son los fines, sino los medios, que si la Policía detiene a un atracador en el momento de aligerar de la cartera a un ciudadano con la sirla no está criminalizando la petición de limosna. El violador no se distingue del amante por los fines, sino por los medios. A eso se referían Von Clausewitz y Montero.
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