12 octubre 2009

Hay un 'confite'

Santiago González

Siempre he sido un entusiasta del método deductivo: la Policía no es tonta: aquí hay colillas, luego han fumado. Esto, la Policía Judicial, que es la base, o sea, que calculen lo fino que debe de hilar la Fiscalía. Cuando un fiscal escribe en su informe que el cante lo han investigado los mismos que investigaban la financiación de ETA, es de suponer que no lo dice a humo de pajas. Si además añade que la hipótesis incriminatoria es una mera cábala policial no apoyada por ningún elemento externo y que el pasma boquilla revela a su informado algunos datos que sólo podían conocer los investigadores, porque no habían sido escritos en ningún informe, pues ya me dirán.

Cabe pensar que la Fiscalía es consciente de lo que se deduce de su escrito, aunque no esté puesto explícitamente en la papela: la mejor forma de que un investigador no encuentre una evidencia es que se ponga a mirar con insistencia al lugar en el que sabe que no la va a encontrar. Durante la larga instrucción del chivatazo del Faisán hemos creído erróneamente que el juez instructor tenía el caso durmiendo el sueño de los justos. No era verdad. Lo que pasa es que se estaba investigando a unos imputados que en estos tres años no han tenido una conversación telefónica anormal ni han dado señal ni indicio alguno de responsabilidad en el queo al etarra. Transcurrido un más que razonable periodo de tiempo en diligencias infructuosas, el fiscal concluye que no hay datos y pide el archivo de la causa.

El juez comprobará que no hay base para acusar a los investigados, por lo que muy probablemente aceptará la sugerencia del fiscal. Lo hará uno de estos días, aunque conocida la debilidad estética de Garzón por los grandes palacios barrocos, es probable que lo haga en coincidencia con otro asunto de gran interés mediático. Alguna actuación espectacular contra ETA o el hallazgo, al fin, de los huesos del poeta en el barranco de Víznar.

Dos comisarios han señalado hacia alguno de los policías que investigaron los dos asuntos. Son indicios, de acuerdo. Podrían estar movidos por las ganas de ajustar cuentas a quienes han investigado con doblez a unos compañeros, aceptémoslo. Pero esta hipótesis es la única que no desemboca en la aporía, que no choca abiertamente con el sentido común. No sería descabellado, que una vez fallida la búsqueda del confite en el lugar en que no estaba, se busque ahora en el que sí puede estar.

Un investigador debe centrarse en la causalidad, que es negar por principio la casualidad. Lo primero que piensa un policía de alguien que estaba en el lugar de los hechos es que es un posible sospechoso, no un viandante casual. Más claro aún: si anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo más probable es que sea un pato, no una gallina afónica que haya vivido asilvestrada entre una manada de gansos salvajes.

Por lo demás, si ustedes confiaban en que la Justicia iba a hallar al responsable, debo comunicarles una noticia que cuestionaba seriamente tal posibilidad: ¡es ciega! ¿Quiere esto decir que hemos pasado tres años de balde? No. Este caso le ha servido a Garzón para encontrar la forma de calafatear sus sumarios. A partir de ahora no tendrán ni una gotera, ya verán.

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