21 junio 2010

Parábola de náufragos

Santiago González

No hubo sorpresas. En el acto litúrgico concelebrado ayer por Batasuna y Eusko Alkartasuna en Bilbao, se produjo un acuerdo de unidad abertzale entre un partido ilegal y otro en camino de convertirse en humo. EA, que llegó a tener siete parlamentarios (gracias a la generosidad del PNV en la elaboración de listas conjuntas, todo hay que decirlo) sólo tiene uno y no es su presidente ni su secretario general).

Las bases de su pacto podrían haberlas redactado Jone y Rufi mano a mano. En algo más de 14 folios sobre el futuro Estado vasco no aparece ni una sola referencia a ETA y sí al conflicto y a las ‘múltiples violencias’ y ‘expresiones de violencia’. El fenómeno ya se ha vivido antes: el partido que ofrece una pista para el aterrizaje de Batasuna, termina usándola para su propio despegue.

El problema está en el otro bando. Se da por hecho que ETA está derrotada, supuesto que se acerca mucho a la realidad, y se precipitan a ofrecer empate o un arreglo que lo parezca. Contra lo que creen algunos la paz sólo podrá venir cuando los terroristas acepten su derrota. ¿Por qué Eguiguren se empeña en enseñar a los abertzales qué hacer para volver a las instituciones, como si a ellos no se les pudiera ocurrir?

Joseba Arregi lo clavó en un artículo publicado en estas páginas el pasado 1 de marzo: “parece que ahora todo se apresta a un escenario en el que es posible hacer política no sólo como si ETA no existiera, sino como si ETA nunca hubiera existido.” EA y Batasuna escriben su comunicado como si ETA no existiera. Eguiguren diseña sus hojas de ruta para poder hacer política como si ETA no hubiera existido.

¿Qué hacemos con Egiguren? Pues en realidad, nada. Todos los socialistas, de Zapatero para abajo, han sostenido en declaraciones y artículos de prensa que ‘el proceso’ de 2006, si bien fracasó, fue un éxito, porque ETA demostró que no tenía verdadera voluntad de paz y esto la ha llevado al punto de ruptura y ha quedado fatal a los ojos de los vascos. Así las cosas, ¿por qué no intentarlo otra vez? Otro par de encuentros de Eguiguren con ETA y Batasuna en Oslo y Ginebra, acabarían de darles la puntilla, rematando airosamente el trabajo empezado hace cuatro años.

Zapatero debería repetir con su experto negociador el breve diálogo del inspector de la Naviera Aznar con el capitán del ‘Monte Zalama’, que tras empotrar el barco una noche contra unos arrecifes, optó por abandonarlo, para ponerse a salvo en el islote cercano. Al clarear el día y despertarse, los náufragos comprobaron que la marea había reflotado el buque y no había rastro de él. Cuando al fin llegaron a Bilbao tras unas aventuras hilarantes, el capitán preguntó con timidez: “Supongo que estoy despedido, ¿no?”, a lo que su interlocutor, bilbaíno cabal, respondió con tono despreocupado: “No, capitán. ¿Por qué? Usted díganos qué barco quiere hundir ahora”.

El problema es que, como todo esto se paga a escote, Jesús parece estar buscando barco para el próximo proceso.

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