07 junio 2010

Pentimento fiscal

Santiago González

En días como éstos en que el personal corriente trata de ponerse a bien con la Agencia Tributaria tenemos que enterarnos del último pentimento del presidente del Gobierno. ‘Pentimento’, título de las memorias de Lillian Hellmann, es un vocablo que denota el cambio de intención del pintor, el brochazo que cubre el trazo original, que a veces aparece con el curso de los años.

La técnica sería perfecta para un gobernante como Zapatero, sino fuera porque no hay pentimento que resista una simple consulta a ‘Google’. La última intención del artista ha sido encargar a su desautorizada vicepresidenta económica un plan para hacer aflorar el dinero opaco de contribuyentes españoles colocado en el extranjero y el dinero negro generado aquí, que obtendrían amnistía fiscal a cambio de que compren deuda española a un precio más barato que el del mercado.

Algún genio anónimo estableció que “un impuesto es una multa que nos ponen por hacer las cosas bien” y la sentencia parece diseñada para el caso que nos ocupa. Pagamos mientras vemos cómo Hacienda premia a quien la defrauda. No es que el Estado perdone a los tramposos la deuda tributaria y la multa que les correspondería, así como las responsabilidades penales si la cuantía de la defraudación alcanzara la categoría de delito. Es que les va a pagar por el escaqueo, aunque menos que a los malvados especuladores del mercado.
Ha bastado menos de una semana para que aflore el trazo original de cobrarles más impuestos a los ricos, esa consigna alegremente demagógica que acuñó el ministro de Fomento y que el lehendakari López hacía suya el sábado con una llamada a que aporten más quienes más tienen.

El pasado 2 de junio nos enteramos de que los gobiernos presididos por Montilla y Antich han subido el IRPF a los contribuyentes catalanes y baleares que ganan más de 120.000 y 100.000 euros respectivamente. Parece que sí van a castigar fiscalmente al personal con ingresos altos, siempre que fuesen honrados contribuyentes que hubieran pagado previa y religiosamente sus impuestos.

Había dos experiencias anteriores: en el primer Gobierno de Felipe González lo hizo Miguel Boyer, mediante un decreto-ley aprobado el 30 de diciembre de 1984, que autorizaba la emisión de pagarés del Tesoro fiscalmente blindados para hacer frente al extraordinario gasto público. Y se recaudó una pasta: más de tres billones de pesetas. En 1991 volvió a poner en marcha la misma idea Carlos Solchaga, pero ninguno de ellos hizo nunca un mal gesto contra los pudientes. A éstos nunca se les ocurrió ‘meter mano a los ricos’, al menos en sentido figurado. Gordon Brown amnistió hace un año, aunque la socialdemocracia británica siempre ha sido más pacata que la nuestra: se conformó con rebajar la multa a los tramposos en un 90%, pero a nadie se le ocurrió darles un por qué. Berlusconi ha aprobado tres, la última de las cuales fue muy criticada en estos pagos, pero les cobró el 5% y recaudó 100.000 millones.

Hacienda somos todos, pero como en la granja de Orwell, algunos somos más Hacienda que otros. Los que pagamos impuestos, ¿no nos habremos ganado el alias de ‘impostores’?

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