Pasear a Mrs. Daisy
Santiago González
Rafa Díez Usabiaga, la gran esperanza blanca de la izquierda abertzale, da cuentas al juzgado de la asistencia a su madre que movió al juez Baltasar Garzón a redactar el 26 de abril su último auto, uno de los que le han hecho justamente famoso. Se recordará que el juez concedió la libertad provisional, pese a considerar en su primer razonamiento jurídico que existía riesgo de fuga y de reincidencia.
Hay una querencia lorquiana en el horario: “¡Eran las cinco en todos los relojes!/ ¡las cinco en sombra de la tarde!” La hora a la que mueren los héroes, como Ignacio Sánchez Mejías y tantos de sus antagonistas. “La vacas enviudan a las cinco” tituló el grandísimo Joaquín Vidal su columna en ‘La Codorniz’. Las cinco en punto de la tarde era también la hora a la que el procesado Rafa Díez solía hacerse cargo de su madre discapacitada.
El expediente para la declaración de Dolores Usabiaga como persona dependiente aún estaba pendiente de una cita con la responsable de servicios sociales de Lasarte para solicitar dicha declaración; los vecinos la veían pasear sola; tiene dos hijas, una de las cuales vive en el mismo municipio, lo que exime a nuestro hombre de la pesada responsabilidad de ser único sostén de su madre. Y luego está lo de la cárcel, que cuando estás en ella, no puedes ir de compras al Corte Inglés, ni subir al monte los domingos, ni dispensar los cuidados que necesita tu anciana madre, es lo que tiene, siendo las tres actividades honestas, que quede claro.
Diez días después de excarcelado, el antiguo líder sindical abertzale aún no había visitado a su madre. Sin embargo, cumple puntualmente la obligación que le impuso el juez que otrora tuvo estrella en el Juzgado número 5 de la A.N., de reportar quincenalmente sus desvelos por la anciana dependiente. De las dos semanas que abarca el último informe (24 mayo-6 junio), hizo pira tres, pero en la mayor parte de los restantes, estaba en casa de su madre a las cinco en punto de la tarde, con precisión de reloj japonés, salvo un día que llegó a la seis y otro a las cinco y diez. La duración media de sus visitas era de dos horas o poco más y ocho de los once días. Su función era la de chófer: iba a buscarla para llevarla a San Sebastián a pasear o de compras al Súper.
Dirán ustedes que las cinco de la tarde es hora más bien tardía para el aseo personal y el desayuno de la enferma. Si ésta se puede valer por sí misma o con ayuda de otras personas para los quehaceres indicados y la comida, ¿qué necesidad había de excarcelar a este hijo? Ahorrar dinero en taxis está bien, especialmente en tiempo de crisis, pero no sé si pasear a Mrs. Usabiaga es razón para decretar la libertad provisional. No hay, sin embargo, mayor discapacidad que llegar a anciano y no tener quien te lleve a los sitios.
En el caso más favorable para el juez, su auto revelaría una extraordinaria incompetencia profesional. En el caso de que obedezca a las razones que apunta aquí al lado Ángeles Escrivá estaríamos pespunteando, una vez más, la figura de la prevaricación.
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