08 octubre 2008



Ahora sí, medidas

Santiago González

El presidente del Gobierno compareció ante los medios con cinco minutos de retraso y por vez primera desde que empezó a trascender la crisis, propuso medidas razonables, de las que los ciudadanos esperan que tomen sus gobernantes cuando vienen las vacas flacas.

A lo largo del último año, se había jactado de jugar en la Champions, descalificó por antipatriota a una oposición que veía asomar el hocico de la crisis por el horizonte, pronosticó acontecimientos que no se produjeron, como la bajada del euribor; trató de camuflar como medidas reactivadoras placebos que sólo sirvieron para liquidar el superávit (los 400 euros, la renta de emancipación y los 2.500 de los partos); presentó la cobertura social a los parados y el magro aumento de las pensiones mínimas (1,1% en términos reales) como si fueran medidas estimulantes, en lugar de cuidados paliativos, and so on.

Ayer, al fin, dio cuenta de dos medidas dignas de tal nombre. Después de su reunión con los representantes de la banca española, de las que Solbes tuvo con el Ecofin y de las declaraciones de MAFO, Zapatero anunció que va a multiplicar por cinco la garantía de los depósitos de ahorro de los ciudadanos, que estaba en 20.000 euros, y va a llegar hasta los 100.000 por cada titular y cada entidad, con el fin de tranquilizar a los ahorradores.

La segunda medida de las anunciadas hará frente a la crisis de liquidez que afecta a la economía española, porque sin liquidez no hay crédito, sin crédito no hay inversión y sin inversión no hay ni actividad económica, ni crecimiento, ni empleo, ni nada. En consecuencia, ha decidido dotar un fondo con una aportación de 30.000 millones de euros, ampliable a 50.000, para comprar activos no tóxicos, sino de alta calidad, con el fin de que las instituciones financieras puedan empezar a facilitar créditos.

Podría argumentarse con respecto a la ampliación de la cobertura que garantizar algo cuya solvencia se defiende por sí misma no supone un esfuerzo precisamente heroico, podría hacerlo al 100%, pero sí es altamente conveniente para que los ahorradores no tengan pesadillas, con razón o sin ella, en forma de corralitos argentinos.

La inyección de dinero en el sistema financiero es otra buena medida. La crisis, que el presidente prefiere llamar “situación de graves dificultades”, dado su gusto por las perífrasis, no es de solvencia, sino de liquidez, pero si no se ataja el problema, acabará afectando a la solvencia. No se entiende muy bien la calificación que Zapatero hace de los activos que piensa comprar a los bancos y cajas con ese dinero. Mal podrían ser activos tóxicos, puesto que él mismo había declarado que nuestras entidades financieras no tienen. Pero tampoco pueden ser activos de muy alta calidad. ¿Qué banco querría deshacerse de ellos? O sea, que la cosa es más probable que vaya por activos de un aceptable medio pelo.

También parece un gesto de seriedad añadida que antes de la comparecencia llamara al jefe de la oposición para contarle la naturaleza de las medidas adoptadas y que mañana se vaya a reunir Solbes con Montoro y sus respectivos equipos para explicarlo con detalles. Esto es otro nivel que lo de Pepe Blanco y Pajín.

Sólo falta una medida complementaria que traería mucha paz a los atribulados corazones de los ahorradores españoles: que el Gobierno reconsidere las cuentas y las convierta en presupuestos para combatir la crisis. Eso sólo puede hacerlo de acuerdo con el partido de la oposición, en vez de desaprovechar recursos en la compra de bizcochables voluntades periféricas.

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