11 octubre 2008




El bosque y los árboles


Santiago González

El hecho diferencial vasco es que aquí es el bosque lo que nos impide ver los árboles. El lehendakari Ibarretxe coprotagoniza hoy en Arantzazu un acto solemne en el que entregará a Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, y a un representante del Alto Comisionado de la ONU, Elio Tamburi, un texto conmemorativo del 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El documento había sido encargado por el Gobierno vasco a varios representantes de la cultura y la sociedad vascas.

El plan era llevar el papel al Parlamento para que pleno de ayer lo apoyara, con el fin de dotar al manifiesto de una solemnidad institucional. Pero, ay, en el lugar que pisa el buey que marca el paso de Ibarretxe, no vuelve a crecer la hierba del acuerdo.

La propuesta, presentada por el tripartito y Aralar no obtuvo más apoyo que el de sus propios proponentes. EHAK no viene al caso, que bastante tiene con lo suyo, pero los partidos de la oposición, PSE y PP, se empeñaron en enmendar el texto para añadir alguna consideración sobre la violación de los citados derechos aquí por una organización terrorista de aquí, a la que no se citaba en el decálogo, no se puede estar en todo.

El lehendakari y los suyos comparten con el presidente del Gobierno la creencia de que la oposición debe ir al Parlamento a arrimar el hombro, por decirlo con palabras de la portavoz De la Vega y la secretaria Pajín, o, al menos, a aplaudir, no a perturbar el debate con propuestas extemporáneas.

En el balance de la fracasada experiencia cabe destacar algo en favor del lehendakari. Él ha sido capaz de unir lo que llevaba desunido desde el mismo momento en que fue nombrado Gregorio Peces Barba como Alto Comisionado del Gobierno para las Víctimas del Terrorismo: COVITE, la AVT, la Fundación Fernando Buesa, la Fundación Gregorio Ordóñez y la de Miguel Ángel Blanco, así como la Asociación Nacional de la Guardia Civil Marques de las Amarillas, han vuelto a suscribir un comunicado conjunto con el fin de que les sea entregado a los ilustres invitados internacionales en el acto de hoy. El lehendakari está en otra dimensión y quizá las víctimas, en su dolor, sean incapaces de percibir la dimensión global del problema a vista de estadista.

El 3 de mayo de 1997, se celebró en Bilbao una conferencia internacional sobre la libertad de prensa. ‘La hora de la tolerancia’ se llamó el evento que había sido organizado por el sindicato ELA con el apoyo de la Federación Internacional de Prensa. En esa fecha se celebraba ya entonces el Día Mundial de la Libertad de Expresión y, lógicamente, Bilbao se convirtió aquel fin de semana en la capital mundial de la libertad del expresión.

La conferencia era de rango internacional, la misma palabra lo decía. No había allí lugar, por ende, para los periodistas nacionales. Estaba organizado por un sindicato, pero no hubo sitio allí para los otros sindicatos vascos. No fueron invitados CCOO ni UGT, miembros, al igual que ELA, de la F.I.P. Tampoco fue invitada la Asociación de Periodistas de Bizkaia. Sí lo fue, en cambio, el secretario general de LAB, Rafa Díez.

Como era una conferencia internacional, el anfitrión Elorrieta no tuvo la ocasión, el momento, la inspiración o qué sé yo de recordar algunos hechos próximos que afectaban a la libertad de expresión y dejaban la hora de la tolerancia reducida a apenas cinco minutos. Como el lehendakari, él tenía una visión más amplia del problema. Por eso, en vez de defender las libertad de expresión aquí, prefirió arremeter contra los periodistas españoles.

Pudo haber recordado que en aquellos días el partido-guía y las instituciones por él controladas hacían un boicot a un periódico de Bilbao, mientras sus jóvenes cachorros pintaban en los pasos de cebra el nombre de su director, que aquel mismo 3 de mayo, el batasuno José María Olarra llamaba en Barakaldo a “marcar a los terroristas de la pluma, el bolígrafo y las cámaras, que están marcando aquí el genocidio cultural de nuestra nación”. En aquella fecha se entregó en Bilbao el premio de las libertades de ‘El Sitio’ a José Mari Calleja, un periodista que ejercía su libertad profesional y ciudadana despedido de la Televisión Pública Vasca y escoltado. El mismo 3 de mayo de la tolerancia fue asesinado en un restaurante de Zierbena el guardia civil José Manuel García Hernández, mientras cenaba con su mujer, sin que en la clausura de la conferencia, que era internacional, tuvieran tiempo al día siguiente para condenar banalidades tan locales.

Han pasado tres legislaturas desde entonces. Todo se parece tanto…

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