10 octubre 2008

Corazón partío

Santiago González

El disputado voto de UPN en el Congreso a los presupuestos generales del Estado ha reproducido la tónica zigzagueante del azaroso proceso seguido por los políticos navarros para formar el Gobierno que hoy preside Miguel Sanz. El presidente de la Comunidad navarra tiene ante sí un problema de vacilar entre la llamada del corazón y el camino a los asuntos, que diría Miguel Hernández, o, por decirlo en la jerga económica, tener que decidir en un contexto de incertidumbre.

Miguel Sanz acertó como gobernante al elaborar los presupuestos de su comúnidad desde bases realistas, unas cuentas para tiempos de crisis. Llama la atención que no tenga como primer criterio que los Presupuestos Generales del Estado deben participar de las mismas características que él ha querido imprimir a los Presupuestos navarros.

Algo raro pareció que el presidente navarro se mostrase favorable a apoyar las cuentas del Gobierno antes, incluso, de que se hubieran hecho públicos los pormenores. Ayer mismo las calificó de “malas”, mientras los socialistas navarros afirmaban que en las dos cámaras de habría de votar lo mismo.

Sanz ha conseguido que los socialistas del viejo reino se comporten con él como sus homólogos vascos con Ibarretxe. Es decir, que le aprueben los presupuestos sin exigir a cambio que el PNV vote en Madrid los del PSOE. Es verdad que él los está negociando con el PSN, que es lo que se debe hacer desde la responsabilidad política. Lamentablemente, el presidente del Gobierno no ha afrontado esta cuestión con el mismo criterio que el navarro y ha preferido transformar la negociación presupuestaria en una yuxtaposición de zocos autonómicos.

En los años anteriores había más harina y funcionó bien el invento. Los nacionalistas se llevaban su por qué y votaban en justa reciprocidad los presupuestos con la elegante displicencia de muchos bancos al comprar activos tóxicos: sin preguntar por lo que había dentro. Salvando las distancias, naturalmente.

Lo más impresionante, con todo, son las llamadas de José Blanco a la prudencia: el buen entendimiento entre el PSOE y UPN es fundamental para garantizar la estabilidad de Navarra, pero, como contrapartida es necesario que UPN "se comprometa con el Gobierno de España" y apoye a cambio los Presupuestos Generales del Estado.

Para encontrar tal alarde de sobreentendidos en el lenguaje habría que pensar, mutatis mutandis, naturalmente, en aquellos tipos trajeados que ofrecían protección a los comerciantes de Chicago en los años de la prohibición. Por un módico precio te garantizo la estabilidad de tu negocio. ¿No es la estabilidad un bien en sí misma para que el PSOE la apoye en Navarra sin otro pago a cambio que la negociación parlamentaria?¿Agárrate a la brocha que me llevo la estabilidad?

“Sanz tendrá que apostar por Navarra o por Rajoy. Son incompatibles”, ha dictaminado Blanco y eso es lo que tiene a Sanz el corazón partío. Las dos alternativas tienen el inconveniente de que, al final, tendrá que agarrarse a la brocha porque alguien se llevará la estabilidad. En el caso de “no apostar por Navarra”, es decir, que vote contra los presupuestos, el PSN puede precipitar una moción de censura, que de todas maneras se producirá cuando los sondeos de Ferraz así lo recomienden. Si apuesta por Navarra votando los presupuestos de Zapatero o absteniéndose, la arquitectura de UPN puede verse afectada por la ruptura. Lo malo es que no sabe cuál de los dos risgos puede materializarse antes.

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