18 octubre 2008

El momento Gore

Santiago González

Cunde una cierta sensación de nervios en el estado mayor del partido-guía, una vez fracasado el referéndum programado para dentro de ocho días. Las autonómicas se acercan sin que Ibarretxe, lehendakari en cuarto menguante, se haya repuesto de los errores políticos acumulados en la legislatura. El victimismo de su procesamiento no va a colar, habida cuenta de que su competidor, que es un candidato en cuarto creciente, va a sentarse también en el banquillo y lo hará como corresponde a un político en democracia, sin aspavientos ni alardes.

Especialmente descolocados debieron de quedarse al ver que el candidato socialista les disputaba la legitimidad en el mundo euskaltzale. ¿Cómo era posible? Una fiesta en San Sebastián con euskaldunes, gente nuestra por definición, ya no se puede estar seguros de nadie. Los nervios se notaron en la denuncia que el presidente del BBB formuló contra Patxi López el pasado día 7, exigiéndole que abandonara "las puestas en escena preelectorales y retire el maquillaje político", para mostrar "su verdadera cara en todo lo relacionado" la lengua vasca.

Parece una simpleza esta clasificación del personal entre la tribu de los que siempre mienten, españoles en general y socialistas en el caso que nos ocupa, y los que siempre dicen la verdad, los nacionalistas. Naturalmente, el interés de los ‘extranjeros’ por el euskera es fingido, mientras el de los nacionalistas es la expresión de su ser más íntimo. ¿Se corresponde esto con los hechos? No, pero, ¿qué más da? Patxi López empezó a estudiar euskera cuando su partido lo designó candidato a lehendakari para las elecciones autonómicas de 2005. Ibarretxe le llevaba algo de ventaja, pero sólo porque el PNV lo propuso en 1998, año en que empezó a estudiar euskera en serio. Hasta entonces había pasado los primeros 41 años de su vida sin conocer la lengua propia y expresándose en la extraña. Una tragedia. La misma experiencia vivió Andoni Ortuzar, que empezó a estudiar su lengua propia cuando fue nombrado director general de EITB.

La dirección del PNV comprueba que el ‘Think Gaur’ no arranca y no es fácil de contrarrestar la decepción que Ibarretxe ha sembrado entre la sociedad vasca en esta legislatura irredenta. ¿Qué hacer entonces? Algún asesor tuvo un chispazo de inspiración: traigamos a Gore. El título de la conferencia pronunciada ayer por el que fue vicepresidente con Bill Clinton era “Pensando en verde; una estrategia económica para el siglo XXI”. El verde es un color muy polisémico: representa el medio ambiente y la esperanza y es, al mismo tiempo, el color de los billetes de dólar, independientemente de su cuantía. Si pensamos en el título desde esta última perspectiva en relación con la que está cayendo se comprobará de inmediato la plenitud de su sentido. Incluso para explicar la propia conferencia desde la subjetividad de Al Gore. No pienses en un elefante; piensa en verde, le habrá recomendado George Lakoff.

Durante el año 2006, la familia Gore abonó una factura eléctrica de 24.600 euros en su casa de Nashville (Texas), más de lo que usted o yo, lector medio lectora media (táchese lo que no proceda), hemos gastado por tal concepto en los 20 últimos años. Para no incurrir en demagogia, es preciso explicar que la casa de Gore tiene 960 metros cuadrados de superficie útil y eso consume mucha calefacción y aire acondicionado. ¿Quiere eso decir que la casa de Gore no es sostenible? Craso error. Claro que es sostenible, porque él gana muy bien, gracias a las conferencias que imparte por doquier, cobrando una minuta impresionante por cada una, una media de 200.000 euros. De vez en cuando, además, le damos sorpresas agradables. La ministra Narbona, por ejemplo, compró 30.000 copias del dvd con su película ‘Una verdad incómoda’ y pagó por cada una de ellas 19 euros, siete más de lo que costaba en El Corte Inglés.

Y lo trajeron. Unos 200.000 euros costó la broma, ya sabremos exactamente cuánto, para que explicara cuatro banalidades a dos centenarios de empresarios y altos funcionarios autonómicos. Las prisas, los nervios llevaron a cursar las invitaciones la víspera. Faltaron, en consecuencia, empresarios relevantes y hasta altos cargos del Gobierno. La consejera de Industria, un supone, que estaba en Chicago o el diputado general de Bizkaia, que se fue a despedir a Unai Basurko. Los de siempre dirán que es un caso canónico de financiación de campaña con dinero público, pero Ibarretxe se hizo la foto con el profeta laico del cambio climático. Además, a escote nada es caro.

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