03 diciembre 2008

Lo mejor es prevenir

Santiago González

Según datos del Ministerio de Sanidad, el número de mujeres españolas que abortaron en 2007 duplica a las que lo hicieron diez años antes. De suponer el seis por mil han pasado en una década a constituir el 11,49 por mil de la población femenina en España. Las autoridades sanitarias han elaborado con ellos un estudio del que se desprenden algunos datos que merecen atención. Por ejemplo, que el aumento de los abortos es mayor que la media entre las menores de 19 años. A lo largo de la última década, las chicas de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años han pasado de representar el 22,9% de los abortos practicados en 1998, a ser la mitad de los realizados en 2007. El número de abortos entre niñas menores de quince años asciende a 500.

Con buen criterio, Sanidad va a presentar mañana una campaña basada en este informe para prevenir los embarazos no deseados. Últimamente llama la atención que el Ministerio de Igualdad exhibe a veces el aumento del número de condenas a maltratadores como un éxito de la causa de las mujeres y de la política del Gobierno, cuando se trata, en realidad, de un fracaso. Es de suponer que se trata de un sucedáneo estadístico, una treta para seguir mostrando la indesmayable sonrisa institucional. El verdadero éxito sería que el número de denuncias y condenas fuera disminuyendo hasta aproximarse a cero. Y que la impunidad también lo hiciera en paralelo, claro.

En esta vida no todo se rige por la ley de la oferta y la demanda y hay algunos asuntos en los que es mejor tratar de desincentivar la demanda que satisfacerla. El aborto debe interpretarse como un fracaso desde cualquier punto de vista que se mire. En el mejor de los casos se trata de un fallo de la prevención sanitaria y educativa que conduce a una intervención agresiva e indeseable contra el cuerpo de las mujeres que se someten a la intervención.

El PSOE había concurrido a las elecciones de 2004 con la promesa de una nueva ley de aborto, que no cumplió durante su primera legislatura en el poder y que no se atrevió a incorporar a su programa electoral de 2008. En él sólo se anunciaba una reflexión sobre la vigente Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo cuyo nombre constituye un extraordinario y doble homenaje a Orwell: por lo que tiene de eufemismo la paráfrasis y por el acrónimo de la ley (L.I.V.E.): ‘guerra’ quiere decir ‘paz’ y ‘aborto’ significa ‘vive’ podría haber escrito en ‘1984’.

A veces, a falta de respuestas sobre algunos problemas de enjundia, el partido del Gobierno busca la manera de excitar a la derecha para llevar la confrontación fuera de sus responsabilidades de Gobierno más inmediatas y entonces recurre a alguno de esos asuntos que garantizan bronca. Como el aborto.

Cuatro meses después de las elecciones y quizá por la presencia, ya innegable, de la crisis, el PSOE se da cuenta de que en ese periodo de tiempo han cambiado las demandas del personal, que en julio quiere más aborto que en marzo y aprueba una ley de plazos, confundiendo el Congreso del PSOE con el de los Diputados. La secretaria de Organización afirma que la ley vigente “se aprobó hace 23 años y corresponde a la España de hace 23 años”. Que una ley de plazos sería mejor que este esperpento cuya principal virtud es permitir la trampa no requiere una defensa muy ardorosa, pero en contra de lo que sostiene Pajín, una sociedad 23 años más evolucionada, más madura y más instruida, debería haber cambiado abortos por educación sexual preventiva. Esperemos que la campaña de Sanidad dé frutos. En todo caso, menos da una piedra.

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