19 diciembre 2008

Oído cocina. Más escaparate

Santiago González

El presidente del Gobierno ha conseguido convencerse a sí mismo y a una parte muy importante de sus adeptos de que él tiene en sus manos la mejor herramienta para hacer frente a la crisis. Su secreto es él mismo, la sonrisa institucional, que se encarga de prodigar con el menor pretexto. “¿Les he contado alguna vez que cuando sea grande voy a tener hijitos?”, preguntaba Susanita a Mafalda y Felipe. “¡Nos lo has dicho mil veces!”, gritaban estos. “¡Me encanta hablar del asunto con gente tan bien informada!”, replicaba la primera.

Ayer le tocaba explicar al pleno del Congreso la reunión del Consejo Europeo de la semana pasada, y le pareció una gran ocasión para contar sus planes de futuro. Ahora va a emplear 33.000 millones en inversión pública para provocar “un ritmo intenso de actuaciones de obras públicas” en el primer trimestre de 2009, de manera que ya en "marzo o abril" se "generará un volumen muy estimable de empleo".

Él trata de contagiar su optimismo a los agentes sociales por la vía de la fe. Es curiosa tanta creatividad en planes especiales y tanta desidia con el instrumento más eficaz que los Gobiernos razonables emplean para hacer frente a las crisis, que son los presupuestos. En el libro amarillo que los acompaña se hacen unas previsiones extraordinarias para 2009: un crecimiento del 1% cuando ya estamos en recesión, un paro que llegaría al 10,4% a finales de 2008 y al 12,5% en 2009. La tasa de 2009 ya la habíamos superado con cierta holgura (12,8%) el pasado mes de octubre, un mes más tarde de su elaboración. También augura que “a partir del 2º semestre de 2009 se espera que comience la recuperación de la economía española, de marea que en 2010 volverá a crecer a tasas cercanas a su potencial”. Las cuentas aprobadas ayer no parecen hechas por la varita del mago Solbes, sino por el reputado ojo del señor Buen Cubero.

¿Por qué tantos planes y tanta resistencia a enmendar previsiones tan descabelladas? En parte para conjurar el miedo y en parte porque es así su carácter. El presidente había asistido el miércoles a la inauguración del IX Congreso de CCOO que termina hoy. Buena ocasión para pedir templanza a los sindicalistas, se dirán los más prudentes de ustedes, que no está el horno para según qué bollos. Error. A la hora del saludo, José Luis fue el primer sindicalista. Sólo le faltaba el pañuelito rojo de Rodiezmo. En justa compensación, el secretario general de Comisiones tuvo que hablar como estadista y criticó al presidente que sus medidas contra la crisis han sido más fruto de la compulsión que de la reflexión, para pedirle “más cocina y menos escaparate”.

¿Cree Fidalgo que Zapatero es Winston Churchill? No se pueden comparar. Éste era un político de la derecha que pidió a sus compatriotas “sangre, sudor y lágrimas” para meter a su país en la misma guerra que aquel llamó “la guerra de la locura” en el 60º aniversario de la liberación de Mauthausen. No hemos venido a este mundo a sufrir, ni siquiera los británicos que beben la cerveza tibia. La prueba es que cambiaron a Churchill por una nulidad como Clement Attlee nada más terminar la guerra, en las elecciones de julio de 1945.

¿Se van a crear muchos empleos? Ojalá. Los 8.000 millones que van a ir a los Ayuntamientos son una cantidad considerable de millones, aunque depende de con qué se les compare. Sólo es un 21% más de los 6.600 millones que el Gobierno se ha gastado entre la ocurrencia de los 400 euros y los 2.500 de las parturientas y estos no han creado un solo puesto de trabajo. A ver si nos contagia la ‘baraka’.

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