Variaciones sobre el empate
Santiago González
El Euskobarómetro venía ayer a plantear el necesario intríngulis para que las próximas elecciones autonómicas tengan el aliciente de lo inesperado. La encuesta es interesante, queridos y queridas, aunque luego está lo que votan los ciudadanos y eso es lo que cuenta.
Destaca sobre todos los datos la espectacular ganancia en escaños del PSE, que está en disposición de empatar con el PNV. También el partido-guía aumenta su representación parlamentaria, aunque sólo aparentemente. Si bien es verdad que ve aumentar su grupo de 22 a 26-28 escaños, debe tenerse en cuenta que había concurrido a los últimos comicios autonómicos en una extraña coalición con Eusko Alkartasuna, en la que el PNV ponía los votos y EA se llevaba los escaños. Todo el mundo sabía y todas las encuestas decían que los siete puestos que el partido de Garaikoetxea ocupaba en las listas conjuntas con posibilidades de pillar, aumentaban en tres o cuatro los que obtendrían por sus propios méritos y con sus propios votos.
La pérdida de cinco escaños alkartasunos hace que la suma PNV-EA repita en la práctica los resultados de los últimos comicios: los 29 que obtuvieron se quedarían en 28 o subirían a 30. Saber por qué la dirección de EA ha puesto tanto ahínco en concurrir en solitario es uno de los misterios más insondables de la política contemporánea. Puede ser que entre las virtudes de la nueva dirección alkartasuna no figure en lugar destacado el instinto electoral, puede que la pulsión suicida no sea sólo un arrebato individual, sino un impulso colectivo; ahí tienen el ejemplo de la secta Heaven’s Gate en el rancho Santa Fe, permítanme que no ponga más ejemplos. Los populares resisten con ligera tendencia a la baja, a pesar de la crisis que supuso la retirada de María San Gil, mientras Madrazo repite resultados con sus tres escaños, sin que la moderna politología acierte a explicarse el por qué.
Una de las grandes conclusiones que nos ofrece este sondeo es el fiasco del tripartito. Ibarretxe no puede repetir ni ampliándolo a cuatro. El genio de Madrazo, un abrazo, sugirió una solución brillante: que los socialistas vascos sumen sus escaños a los del actual tripartito para forjar una mayoría potente. Ingenioso, ya digo, pero improbable. Hago un repaso por los menos dotados de la dirección socialista y no encuentro a nadie tan estúpido como para tomarla en serio.
La cuestión quedaría pes, reducida a las siguientes combinaciones posibles de Gobierno: PNV+PSE, PNV+PP; PSE+PNV; PSE+PP. En estas cuatro posibilidades de coalición hay una que parece repetida, pero no lo está. Aquí no vale la propiedad conmutativa; el orden de los factores sí importa y uno de los más importantes es a quién le van a conferir los votantes la responsabilidad de abrir el baile. Si la primera minoría es del PNV, sus dos posibilidades quedan reducidas a una: gobernar con el PSE. No es imaginable que Juanjo Ibarretxe pacte con el PP. Es algo más verosímil la idea de que el PSE acepte ser el socio de Gobierno del partido-guía. Es cierto que Patxi López ha negado hasta enronquecer la posibilidad de ser vicelehendakari de Ibarretxe, pero eso podría arreglarse si lo es Rodolfo Ares, un suponer.
Si los socialistas obtienen una representación parlamentaria mayor que la del PNV, serán otros López los encargados de abrir el baile. Por lo dicho hasta ahora, cabe imaginar que su opción preferida es pactar con el PNV, apartando a Juan Josué Ibarretxe del acuerdo. Sería una condición dura para el partido-guía, pero más cornás da el hambre, ya lo dijo el Espartero. Y más humilla la intemperie, después de casi 30 años de estar en el machito. Patxi tiene también el recurso del PP, aunque se ve que no le gusta: el gobierno le iba a quedar algo maketo y a él le tira la transversalidad, salvo que los nacionalistas se le pongan alkartasunos y los populares se lo hagan muy barato.
De aquí a las elecciones falta aún el trámite judicial al que han de enfrentarse los dos principales candidatos a partir del 8 de enero. Este dato debería situarles en posición de empate, pero los nacionalistas se mueven mejor en el ambiente de Semana Santa. Van a explotar sus capacidades victimistas hasta donde puedan. ¿Tiene razón López al decir que nadie se cree ya ese papel de víctima que utiliza Ibarretxe? No debería confiarse. Hay gente a la que le gusta oír siempre el mismo cuento y mucho me temo que están en mayor medida entre los que van a votar a Ibarretxe que entre los que piensan votarle a él. Otra incógnita es si esta vez colará alguna lista blanca, según denuncia Urkullu, tan contrario a la Ley de Partidos, tan temeroso de que se incumpla.
Destaca sobre todos los datos la espectacular ganancia en escaños del PSE, que está en disposición de empatar con el PNV. También el partido-guía aumenta su representación parlamentaria, aunque sólo aparentemente. Si bien es verdad que ve aumentar su grupo de 22 a 26-28 escaños, debe tenerse en cuenta que había concurrido a los últimos comicios autonómicos en una extraña coalición con Eusko Alkartasuna, en la que el PNV ponía los votos y EA se llevaba los escaños. Todo el mundo sabía y todas las encuestas decían que los siete puestos que el partido de Garaikoetxea ocupaba en las listas conjuntas con posibilidades de pillar, aumentaban en tres o cuatro los que obtendrían por sus propios méritos y con sus propios votos.
La pérdida de cinco escaños alkartasunos hace que la suma PNV-EA repita en la práctica los resultados de los últimos comicios: los 29 que obtuvieron se quedarían en 28 o subirían a 30. Saber por qué la dirección de EA ha puesto tanto ahínco en concurrir en solitario es uno de los misterios más insondables de la política contemporánea. Puede ser que entre las virtudes de la nueva dirección alkartasuna no figure en lugar destacado el instinto electoral, puede que la pulsión suicida no sea sólo un arrebato individual, sino un impulso colectivo; ahí tienen el ejemplo de la secta Heaven’s Gate en el rancho Santa Fe, permítanme que no ponga más ejemplos. Los populares resisten con ligera tendencia a la baja, a pesar de la crisis que supuso la retirada de María San Gil, mientras Madrazo repite resultados con sus tres escaños, sin que la moderna politología acierte a explicarse el por qué.
Una de las grandes conclusiones que nos ofrece este sondeo es el fiasco del tripartito. Ibarretxe no puede repetir ni ampliándolo a cuatro. El genio de Madrazo, un abrazo, sugirió una solución brillante: que los socialistas vascos sumen sus escaños a los del actual tripartito para forjar una mayoría potente. Ingenioso, ya digo, pero improbable. Hago un repaso por los menos dotados de la dirección socialista y no encuentro a nadie tan estúpido como para tomarla en serio.
La cuestión quedaría pes, reducida a las siguientes combinaciones posibles de Gobierno: PNV+PSE, PNV+PP; PSE+PNV; PSE+PP. En estas cuatro posibilidades de coalición hay una que parece repetida, pero no lo está. Aquí no vale la propiedad conmutativa; el orden de los factores sí importa y uno de los más importantes es a quién le van a conferir los votantes la responsabilidad de abrir el baile. Si la primera minoría es del PNV, sus dos posibilidades quedan reducidas a una: gobernar con el PSE. No es imaginable que Juanjo Ibarretxe pacte con el PP. Es algo más verosímil la idea de que el PSE acepte ser el socio de Gobierno del partido-guía. Es cierto que Patxi López ha negado hasta enronquecer la posibilidad de ser vicelehendakari de Ibarretxe, pero eso podría arreglarse si lo es Rodolfo Ares, un suponer.
Si los socialistas obtienen una representación parlamentaria mayor que la del PNV, serán otros López los encargados de abrir el baile. Por lo dicho hasta ahora, cabe imaginar que su opción preferida es pactar con el PNV, apartando a Juan Josué Ibarretxe del acuerdo. Sería una condición dura para el partido-guía, pero más cornás da el hambre, ya lo dijo el Espartero. Y más humilla la intemperie, después de casi 30 años de estar en el machito. Patxi tiene también el recurso del PP, aunque se ve que no le gusta: el gobierno le iba a quedar algo maketo y a él le tira la transversalidad, salvo que los nacionalistas se le pongan alkartasunos y los populares se lo hagan muy barato.
De aquí a las elecciones falta aún el trámite judicial al que han de enfrentarse los dos principales candidatos a partir del 8 de enero. Este dato debería situarles en posición de empate, pero los nacionalistas se mueven mejor en el ambiente de Semana Santa. Van a explotar sus capacidades victimistas hasta donde puedan. ¿Tiene razón López al decir que nadie se cree ya ese papel de víctima que utiliza Ibarretxe? No debería confiarse. Hay gente a la que le gusta oír siempre el mismo cuento y mucho me temo que están en mayor medida entre los que van a votar a Ibarretxe que entre los que piensan votarle a él. Otra incógnita es si esta vez colará alguna lista blanca, según denuncia Urkullu, tan contrario a la Ley de Partidos, tan temeroso de que se incumpla.
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