Un frontón muy concurrido
Santiago González
Usurbil es una localidad guipuzcoana de unos 5.600 habitantes, situada en el valle del río Oria, muy cerca de Lasarte y a diez kilómetros de San Sebastián. En las últimas elecciones municipales, fue uno de los pueblos en los que el curioso criterio territorial del Gobierno permitió que ANV se presentara a los comicios. Algunos romanos piensan que las mismas vestales son un poco vírgenes o un poco putas, según el pueblo en el que ejerzan su ministerio. El 27 de mayo de 2007, ANV sacó seis concejales, frente a tres Eusko Alkartasuna, dos Aralar, uno el PNV y otro el PSE.
Allí se congregó el sábado un centenar de antiguos presos etarras, una abigarrada masa humana haciendo paisaje detrás de los portavoces, en una disposición que recuerda mucho a las fotos de la Presidencia en los antiguos congresos del PCUS. Era un despliegue imponente, que cuadruplicaba en número –no digamos en volumen - a la veintena larga de niños que en el mismo espacio hacían cola para la ‘Feria del Juguete’. No sé cuántos juguetes les correspondían por cabeza; presos les tocaban a cuatro: cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro gudaris que me la guardan.
Los expresos llaman a la unidad en las cárceles, tal como era previsible. Y a la resistencia. Con lo que hemos visto en el arte de reducir condenas mediante el tuneo de expedientes académicos. Con la cantidad de terroristas que han culminado brillantes carreras universitarias desde prisiones francesas o cárceles de exterminio españolas o desde la pura clandestinidad. Los de Usurbil acusaron a Rubalcaba de estar “llevando a cabo una estrategia para la aniquilación de este colectivo”(de presos) y de “llevar hasta el extremo la negación de la libertad”. Es un lugar común que el primero de los derechos del preso es intentar la fuga. Parece que la protesta debían formularla los familiares de las víctimas. Pues no. En la época de vigencia de la política de reinserción, ETA reclamaba el “derecho de los presos a cumplir íntegramente sus condenas”. Ahora quiere, al parecer, que las cumplan lo más lejos posible de sus casas.
Como predicar es más barato que dar trigo, las clases pasivas del terrorismo exigen firmeza a quienes aún lo practican o pagan condena, en contra de un supuesto lógico: que un antiguo preso debería alegrarse de que los actuales estén más cerca de los suyos, que estos tengan que recorrer menos kilómetros para verles.
La foto de Carlos García en Usurbil, como la de Mitxi en la partida de Azpeitia, revelan en todo su esplendor una parte de la realidad vasca: la normalidad con que se asume, en un caso, el crimen, en el otro, sus coartadas. El Ayuntamiento cedió el frontón a los expresos para su aquelarre, aunque estaba prevista desde antes la fiesta infantil. La foto del frontón de Usurbil daba todo su sentido en el periódico de ayer a la metáfora de Medem: la piel contra la piedra, el juguete y la rabia, el PIN (Parque Infantil de Navidad) frente a los partidarios del pum, el ‘Olentzero’ en alegre convivencia con el ángel exterminador. Naturalmente, al alcalde debe de parecerle normal: unos hijos muy queridos de este pueblo frente a la esperanza del relevo el día de mañana. El pasado y el futuro, nada hay tan dialéctico como la oposición de estas antítesis ¿Qué hay de malo en ello?
Naturalmente, EA, Aralar, el PNV y el PSE deberían plantear una moción de censura contra los 6 concejales que sostienen a ANV al frente del Gobierno municipal de Usurbil. Por higiene. Para que el futuro de esos niños no se parezca al pasado y al presente de los tipos que estaban sentados en las gradas.
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