13 diciembre 2008

Una prueba extranjera

Santiago González

El Parlamento vasco rechazó el jueves una moción apoyada por socialistas y populares que pretendía hacer pasar la Vuelta Ciclista a España por Euskadi durante su próxima edición. Los votos del tripartito y del partido ilegalizado EHAK derrotaron la propuesta. Es ya un hecho normal que los nacionalistas nieguen los hechos para defender sus mitos y vean en la Vuelta un peligro romanizador o una costumbre extranjerizante, como era el baile a lo agarrado para el santo fundador.

Lo que se entiende menos es lo de Madrazo. Entendámonos, no es que al consejero de Vivienda le asista menos derecho que a sus cómplices de Gobierno a sostener actitudes majaderas en público. Los orígenes no vacunan contra ninguna insuficiencia del alma y el hecho de haber nacido en la localidad cántabra de Riaño no debe considerarse un impedimento para que se sienta tan vasco como el que más, para lo bueno y para lo malo. El buey es de donde pace, dicho sea sin mucho ánimo de señalar.

Alguna vez he sostenido que el partido-guía era capaz de igualar en ubicuidad al mismísimo Dios Padre y esto no es fácil de superar, salvo por los hermanos Madrazo S.L. que en el Parlamento vasco rechazan la presencia de una prueba española en suelo vasco y en el Ayuntamiento de Bilbao piden la oportunidad de ser el punto de salida del Tour de Francia para el año 2.013.

Madrazo, criatura, debería saber que el origen de la Vuelta Ciclista a España fue vasco y republicano. Su precedente inmediato fue una carrera Eibar-Madrid-Eibar, promovida por los fabricantes de bicicletas de Eibar en 1934 y que se llamó ‘Gran Premio de la República’. Eibar había sido, como se sabe, el primer Ayuntamiento de España en proclamar la el nuevo réfimen, el 13 de abril de tres años antes. En 1935 y 1936 se celebraron las dos primeras ediciones, para quedar interrumpida la prueba por la guerra civil hasta 1941.

Suspendida nuevamente por la II guerra mundial y la precaria economía de la postguerra española, no fue hasta 1955 cuando se hace cargo de su organización ‘El Correo Español-El Pueblo Vasco’ y la Vuelta se convierte, junto al Tour y al Giro en una de las tres grandes pruebas ciclistas del mundo. Durante su etapa de oro, la Vuelta partía de Bilbao en su primera etapa para llegar a Bilbao en la última, las pruebas de Montaña incluían el ascenso a los montes Sollube, Orduña, Jaizquibel y Urquiola. Como sabe cualquier aficionado al ciclismo, este deporte no sería concebible en España sin el concurso de los corredores vascos y el mejor equipo español de la historia se llamaba KAS.

La suspensión de la última etapa por el boicot de los radicales el mismo año en que un joven llamado Hinault ganó la Vuelta y el Tour, fue el principio del fin para la presencia vasca en la carrera. El Correo la organizó por última vez el año siguiente y a partir de entonces, su trazado orilla cuidadosamente la irredenta tierra vasca.

¿Qué tiene el Tour que no tenga la Vuelta para la razón social Hermanos Madrazo y Asociados? No sabría qué decirles, pero tampoco podría explicar que no se aproveche la lógica ciclista para darse de baja en la liga de fútbol con el mismo argumento: los jugadores vascos no pueden participar en una liga española. Así podríamos tener una Liga propia y una selección de Euskal Herria y nuestros equipos no bajarían nunca de la Primera División.

No creo que el asunto tenga mucho interés deportivo ni económico, pero eso no lo es todo. Tal como explicó Arzalluz a Hans Magnus Enzensberger: “hay cosas más importantes que la economía, al fin y al cabo no somos marxistas (…) A nosotros no se nos puede corromper tan fácilmente como al Gobierno de Madrid. Estamos dispuestos a pagar cualquier precio para desarraigar de una vez la ocupación española. Incluso nos avendríamos a un descenso en el nivel de vida.” (Las máscaras de la razón).

Los primeros actos terroristas contra la Vuelta no los perpetró ETA, sino el PNV. Debe recordarse que Euzko Gaztedi (EGI), las Juventudes del Partido Nacionalista Vasco, reivindicaron la colocación de un artefacto en el recorrido de la prueba por Urbasa, en el kilómetro 57 de la etapa. Fue el 9 de mayo de 1968. Al año siguiente, dos militantes de EGI, Joaquín Artajo Garro y Alberto Asurmendi Arina, murieron al hacer explosión el artefacto que preparaban dentro de un coche para colocar al paso de la carrera. El PNV reivindicó la militancia de ambos jóvenes en la revista ‘Euzkadi’ correspondiente al 23 de febrero de 1977.

Es el milagro identitario, que permite calificar como extranjera una prueba ciclista nacida aquí por un político de medio pelo nacido allí. El ser es cuestión de voluntad. Madrazo, qué pinchazo.



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