03 marzo 2008



Las compañías adecuadas

Santiago González

A seis días de las elecciones generales y cerrado el plazo para la publicación de encuestas, los sondeos se muestran favorables al PSOE, con un reparto de escaños que va desde ganar por la mínima a repetir la correlación de 2004. Daremos por buenos los que hoy publica esta casa por dos razones: la primera, porque me paga. La segunda, porque las previsiones son tan abiertas que acogerán con toda probabilidad los resultados del domingo.

Supongamos que gana las elecciones Zapatero. No es probable que lo haga por mayoría absoluta y todo hace prever que elegirá a los nacionalistas como socios, contra la opinión mayoritaria de los ciudadanos en la encuesta: sólo el 18,4% vería con buenos ojos un acuerdo estable con fuerzas nacionalistas.

A la luz de la legislatura pasada y de la experiencia del Gobierno con sus socios, es inevitable recordar el consejo metafórico de Talleyrand sobre las bayonetas: “(con ellas) se puede hacer cualquier cosa, Majestad, menos sentarse sobre ellas”.

La gran coalición es una posibilidad interesante si se examinan con desapasionamiento los dos grandes proyectos de la legislatura: una negociación que debía acabar con el terrorismo y la reforma estatutaria que arrancó en el Estatut de Cataluña. Si hubiera que destacar un error capital en ambos procesos es que el presidente se equivocó en ambos de socios. No se puede acometer una reforma constitucional sin una mayoría muy cualificada del Congreso. Esto es así porque lo dice la Constitución y no podría ser de otra manera por mucha voluntad que el presidente Zapatero pusiera en ello.

Veamos algunos datos: el acuerdo del Congreso de 17 de mayo de 2005 enterró formalmente el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo. Aquel día, el Gobierno de España cambió de socios y de estrategia en la lucha contra ETA, aunque no le salió gratis.

En el tránsito, Zapatero perdió 110 escaños. El pacto antiterrorista era apoyado por los 312 diputados que sumaban el PP (148) y el PSOE (164). O sea, el 89,14% de la cámara. El proceso de negociación con ETA sólo tenía 202 escaños, el 57,71%. Los siete grupos que eran sus nuevos socios sumaban 38 diputados.

El 18 de junio de 2006, los catalanes fueron llamados a las urnas para votar el Estatut. Pese a que el presidente lo tenía claro el 1 de febrero de 2005, durante la tramitación del plan Ibarretxe, al parecer, se distrajo: "Nuestra historia constitucional es un recetario de fracasos (porque) se hicieron normas políticas con el 51% y las normas políticas con el 51% para ordenar la convivencia acaban en el fracaso", dijo entonces.

El Estatut interesaba tanto a los catalanes que la participación no llegó al 50%. Los votos afirmativos fueron 15 puntos menos de los que obtuvo el viejo Estatuto de Sau. En el viaje a la legalidad se cargó un Gobierno y lejos de conseguir un mayor acomodo de los nacionalistas en la España constitucional hizo que todos ellos, incluso Convergencia i Unió, quién lo diría, se pasaran al campo independentista.

Nada de esto habría pasado si Zapatero hubiera escogido las compañías adecuadas. No es probable que lo haga si vuelve a ganar, pero la grosskoalition sería una mano de ungüento para el país y goza de tradición en el corazón de la vieja Europa. Schröder permitió que gobernara la fracasada Merkel por no pactar con Oskar Lafontaine, un socio inadecuado. ¿Perder el Gobierno aquí para salvar la cara? Pero, ¿qué tonterías dice usted, hombre de Dios?

Bueno, por apuntarlo que no quede.

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