Límites y condiciones
Santiago González
El secretario de Organización del PSOE inició ayer las negociaciones para lograr, en primera instancia, la formación de la mesa del Congreso y la investidura presidencial de Zapatero en la primera votación. Se trata, en segundo término, de conseguir un pacto de legislatura que garantice al PSOE una mayoría suficiente para gobernar. En rigor, no estamos ante una urgencia extraordinaria. Los siete escaños que le faltan al partido ganador del 9-M no constituyen obstáculo que no pueda salvarse con un acuerdo en los grandes asuntos de estado con el principal partido de la oposición y negociaciones sobre aspectos concretos con las minorías del Congreso.
José Blanco ha comenzado la ronda de contactos con el PNV y CiU “sin ningún tipo de condición previa, sin ningún tipo de límite previo”. Esta declaración de principios es en sí misma un triunfo político del nacionalismo y tiene su copyright desde que hace diez años se estampó en el Plan Ardanza. Es una de esas expresiones que los socialistas han copiado al PNV sin citar la fuente. En enero de 1998 habían pasado diez años desde el Pacto de Ajuria Enea y seis meses del asesinato de Miguel Ángel Blanco. El plan citado fue un intento nacionalista de cohonestar su propio rechazo a ETA por el crimen y la salvaguarda de su hegemonía, que habían llegado a sentir amenazada en la revuelta cívica que siguió a la pasión y muerte del joven concejal de Ermua.
Es en este texto en el que se recoge por vez primera la expresión que el lunes profirió con gran soltura Pepe Blanco. Con estas palabras: “La extensión del período de diálogo y negociación debería estar fijada de antemano. De otro lado, el proceso debería ser, como se ha dicho, abierto en sus dos extremos: a) sin condiciones previas y b) sin límites de resultados.”
Se trataba de un imposible metafísico, que el mismo texto contradecía al negar la tesis de que el diálogo fortalece a los violentos: “el diálogo debilita las posiciones propias sólo cuando no se concretan, a la vez, sus condiciones y sus contenidos…”
Diálogo es una de esas expresiones paliativas que se emplean para quitarle hierro al concepto de la negociación, un sinónimo inadecuado, un eufemismo que ya no vela el concepto en expresiones tales como ‘solución dialogada’, ‘diálogo en su fase resolutiva’ y otras. ‘El diálogo sin límites’ fue expresión que Juanjo Ibarretxe heredó de Ardanza. Aunque no le puso límites, sí le puso plazo, horizonte temporal, al declararse dispuesto a “dialogar hasta el amanecer”.
El diálogo requiere condiciones previas. Veamos algunas: Los interlocutores y el momento. Ni siquiera un vocacional como Jesús Eguiguren se sentaría a dialogar ahora–y no digamos a negociar- con los asesinos de los guardias Trapero y Centeno o los de su compañero Isaías Carrasco. Otras: el diccionario y la sintaxis. El entendimiento requiere que los interlocutores atribuyan un significado unívoco a las palabras y hablen el mismo idioma o que conozcan una lengua franca, una koiné. Además, naturalmente, del sentido común, si no se quiere reducir la conversación al antiguo método Ollendorf para el aprendizaje de idiomas, que proporcionaba ejemplos tan vistosos como inanes en el arte de la comunicación: “¿Es tu primo más alto que mi cuñado?” “No, pero el jardín de mi tío es más grande que el huerto de tu sobrino”.
Y también límites. Por ejemplo, la legalidad. Blanco habrá visto algún otro: el diálogo con CiU limita al este con José Montilla; el del PNV, al norte, con Ibarretxe y el mar Cantábrico. De momento.
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