Dos por una
Santiago González
El lehendakari reunió ayer a su Gobierno para tomar la decisión que dio a conocer al mediodía: convocar elecciones para el próximo 1 de marzo. No le hacía falta; disolver el Parlamento y convocar elecciones es algo que, al revés que la convocatoria de referendos, sí está dentro de sus exclusivas competencias.
Quizá por eso, los miembros del Gobierno vasco se repartieron la tarea: una parte se quedó para disolver y la otra fue a concentrarse ante la sede de EiTB para protestar por el atentado. El populismo, signo de los tiempos, llevó a los gobernantes a secundar un llamamiento del sindicato ELA, en lo que la portavoz Azkarate considera “la mejor respuesta que se le puede dar a ETA tras el atentado”, como si manifestarse disfrazados de pueblo llano fuera más pertinente que investirse de gobernantes para detener a los terroristas y perseguir a sus cómplices.
Produce un efecto raro ver a un Gobierno tras el lema: “Porque somos trabajadores y abertzales. No estamos de acuerdo”, levísima forma de disentimiento que parece buscar la complicidad de LAB y el ilegalizado partido de las ‘nekanes’. “Killing me softly with his song,/ telling my whole life with his words” (Suavemente me mata con su canción, contando mi vida entera con sus palabras), cantaba Roberta Flack en los años setenta, sin saber que estaba describiendo la historia de este amor entre abertzales resuelto en maltrato doméstico.
El caso es que Ibarretxe ha convocado para el mismo día en que se van a celebrar las autonómicas gallegas. Dos elecciones por una es oferta razonable para una peña en tiempo de rebajas. Puede parecer sorprendente que sigamos la estela de lo que Arzalluz llamó ‘las autonomías de la envidia’, pero hay razones para ello. La primera es la coincidencia en el tiempo de la campaña con el juicio al lehendakari. Es verdad que también está procesado su principal contrincante, pero éste todavía está un poco verde en la práctica del victimismo.
La segunda es que los apoyos exteriores del PSE van a tener que repartirse entre apoyar a López (Álvarez) y apoyar a Pérez (Touriño). Esto puede llevar a cierto estrés al presidente Zapatero, además de obligarle a practicar un discurso esquizofrénico, elogiando la colaboración con el nacionalismo en Galicia y reclamando sustituirle en Euskadi. Este argumento no tiene mucho peso, la verdad. Los nacionalistas no se han dado cuenta de que no tienen nada que enseñar al presidente del Gobierno en el arte de sostener una cosa y su contraria al mismo tiempo.
La tercera es que el Gobierno vasco ha copiado la estrategia de Zapatero frente a la crisis: primero negarla, decir después que a nosotros no nos afecta, que nuestra economía es muy sólida, etc. Qué gran frase la de la vicelehendakari Zenarruzabeitia, al adornar hace veinte días sus dotes predictivas con su exquisita sintaxis: "La economía vasca ni está decreciendo ni mucho menos en recesión, ni lo va estar". El 1 de marzo votaremos sin conocer los datos económicos de febrero, mucho menos aún el terrorífico balance del primer trimestre; hasta el mitin del cierre de campaña se van a poder incorporar algunas fantasías al discurso. Como la de Ibarretxe en su comparecencia de ayer: “Nadie va a parar a este país. Ni ETA, ni los atentados, ni la crisis económica”. Se nota que no es partidario de ninguna de las dos (ni ETA, ni la crisis) pero eso no debería impedirle percibir la diferencia política y moral entre un Expediente de Regulación de Empleo y un coche-bomba. ¿No comprende, lehendakari, que la misma comparanza jode?
Quizá por eso, los miembros del Gobierno vasco se repartieron la tarea: una parte se quedó para disolver y la otra fue a concentrarse ante la sede de EiTB para protestar por el atentado. El populismo, signo de los tiempos, llevó a los gobernantes a secundar un llamamiento del sindicato ELA, en lo que la portavoz Azkarate considera “la mejor respuesta que se le puede dar a ETA tras el atentado”, como si manifestarse disfrazados de pueblo llano fuera más pertinente que investirse de gobernantes para detener a los terroristas y perseguir a sus cómplices.
Produce un efecto raro ver a un Gobierno tras el lema: “Porque somos trabajadores y abertzales. No estamos de acuerdo”, levísima forma de disentimiento que parece buscar la complicidad de LAB y el ilegalizado partido de las ‘nekanes’. “Killing me softly with his song,/ telling my whole life with his words” (Suavemente me mata con su canción, contando mi vida entera con sus palabras), cantaba Roberta Flack en los años setenta, sin saber que estaba describiendo la historia de este amor entre abertzales resuelto en maltrato doméstico.
El caso es que Ibarretxe ha convocado para el mismo día en que se van a celebrar las autonómicas gallegas. Dos elecciones por una es oferta razonable para una peña en tiempo de rebajas. Puede parecer sorprendente que sigamos la estela de lo que Arzalluz llamó ‘las autonomías de la envidia’, pero hay razones para ello. La primera es la coincidencia en el tiempo de la campaña con el juicio al lehendakari. Es verdad que también está procesado su principal contrincante, pero éste todavía está un poco verde en la práctica del victimismo.
La segunda es que los apoyos exteriores del PSE van a tener que repartirse entre apoyar a López (Álvarez) y apoyar a Pérez (Touriño). Esto puede llevar a cierto estrés al presidente Zapatero, además de obligarle a practicar un discurso esquizofrénico, elogiando la colaboración con el nacionalismo en Galicia y reclamando sustituirle en Euskadi. Este argumento no tiene mucho peso, la verdad. Los nacionalistas no se han dado cuenta de que no tienen nada que enseñar al presidente del Gobierno en el arte de sostener una cosa y su contraria al mismo tiempo.
La tercera es que el Gobierno vasco ha copiado la estrategia de Zapatero frente a la crisis: primero negarla, decir después que a nosotros no nos afecta, que nuestra economía es muy sólida, etc. Qué gran frase la de la vicelehendakari Zenarruzabeitia, al adornar hace veinte días sus dotes predictivas con su exquisita sintaxis: "La economía vasca ni está decreciendo ni mucho menos en recesión, ni lo va estar". El 1 de marzo votaremos sin conocer los datos económicos de febrero, mucho menos aún el terrorífico balance del primer trimestre; hasta el mitin del cierre de campaña se van a poder incorporar algunas fantasías al discurso. Como la de Ibarretxe en su comparecencia de ayer: “Nadie va a parar a este país. Ni ETA, ni los atentados, ni la crisis económica”. Se nota que no es partidario de ninguna de las dos (ni ETA, ni la crisis) pero eso no debería impedirle percibir la diferencia política y moral entre un Expediente de Regulación de Empleo y un coche-bomba. ¿No comprende, lehendakari, que la misma comparanza jode?
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